—Cuanto antes lo aceptes, mejor.
—Eso no va a pasar nunca, maestro. —Pues entonces la losa pesará siempre sobre tus hombros. Haldor volvió la mirada a las llamas, esperando en vano que sus manos dejaran de estar heladas. Tal vez el problema estaba en su corazón, a veces le parecía que se estaba volviendo frío como el más cruel de los inviernos. Pero no. Su corazón siempre se hallaba rodeado de llamas, idénticas a las que contemplaba frente a él, envuelto en su gruesa capa de lana oscura, tratando de comprender el mundo en el que vivía. Sentía la losa que su maestro Hathaur mencionaba, algo que con frecuencia le hacía desear caminar solo entre las sombras del bosque o esconder su rostro bajo la capucha mientras la lluvia caía dulce y gris sobre su cabeza. Pero lo que más pesaba era conocer la Verdad y no poder utilizarla para el bien común. No poder evitar la desgracia y la locura reinante allá donde fuera, siempre que había seres humanos de por medio. Haldor era obstinado. Por eso llevaba la contraria siempre que podía a Hathaur. El pobre viejo era un pozo eterno de sabiduría, pero toda esa sabiduría no le servía de nada cuando se trataba de resolver cuestiones prácticas. Siempre había alguna ley natural que no se debía romper o algún poder ancestral ligado a la tierra que era mejor no desafiar. Y mientras, la gente moría a su alrededor sin mover un dedo por evitarlo. La gente mataba por un pedazo de pan o por una disputa sobre qué dios era mejor adorar. Las niñas eran vendidas, los niños esclavizados y reducidos a esqueletos andantes en un par de lunas. Los hombres pedían ser ajusticiados antes de ser enviados a las mazmorras donde la muerte era igual de segura pero mucho más lenta. Los que trataban de sobrevivir sin hacer mal a nadie perdían las cosechas año tras año o se las robaban directamente.
0 Comentarios
|
Archivos
Febrero 2024
Categorías
Todo
|