[Se recomienda leer previamente: Visitando a un condenado.]
Haldor no lo oyó llegar. Había apilado y apartado a un lado los platos para que el tabernero se los llevara, y cuando volvió a alzar la vista, ahí estaba: un hombre que se había autoinvitado a la cena, aunque ya no quedaba nada por compartir. Apoyaba los codos sobre la mesa y le miraba fijamente. Sus anchas muñequeras de cuero, bien apretadas con cordones, le hacían pensar en un cazador. Llevaba su largo y áspero cabello castaño recogido de alguna forma a la altura de la nuca, pero no veía cómo. No llevaba ropas demasiado gruesas para la fría noche que caía ahí fuera. Su silencio era escalofriante. —¿Qué queréis? El extraño pareció sorprenderse de la pregunta. —¿Qué quiero? Fuiste tú el que se presentó en mi celda, horas antes de mi muerte, haciendo preguntas cuyas respuestas nadie quiere conocer. ¿Recuerdas? Haldor trató de recordar. Su memoria fallaba con frecuencia. Había sustancias que le llevaban demasiado lejos, y luego le costaba volver.
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Capítulo 2.
Un sutil movimiento de sus ojos era suficiente para pasar las imágenes en el visor terrenal. Estaba cansado de verlas. Su corazón (ya se sabe, la energía pulsátil esa rara que tenía en el centro del pecho) se encogía hasta doler cada vez que las veía, y no podía creer que aquello fuera la realidad en lugar de una película gore de los años 70. Eran brutales. Y estaba ocurriendo ahora. En la era que llamaban «la más civilizada de la historia». Ja. De repente, Leuche percibió una tímida presencia a su espalda. Lo que era al principio simple curiosidad comenzó a convertirse en incredulidad, horror, deseos de huir, drenaje de energía… Cuando Tot se dio cuenta de que Leuche había captado su presencia hizo un vano intento por recuperar la compostura. —Pero ¿por qué te haces esto, Leuche? ¿No lo experimentaste ya en esa vida tuya de vaquero? ¿Para qué quieres torturarte con más imágenes de corderos degollados, pollos decapitados en línea, cerdos escaldados en agua hirviendo, caballos esclavizados en contra de su voluntad? ¿No sabes ya lo que ocurre ahí abajo? —Estoy estudiando al enemigo. Conociendo su forma de actuar sabré cómo luchar contra ellos… —Pero ¿tú estás seguro de querer hacer esto? —Ya me lo has preguntado una docena de veces. ¡Sí! ¡Quiero hacerlo! Es más, ayer incluso me acerqué a la Oficina de Reencarnación para hacer las primeras gestiones… |
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