Me sorprendí al ver tantos compañeros presos en el aula. Ni siquiera el último tema que se había tratado en una conferencia —algo sobre cómo ganarse la vida sin delinquir— había generado tanto interés. Me acerqué a la tribuna y esperé a que guardaran silencio. La última en entrar fue la funcionaria de prisiones. Cerró la puerta (con llave para que no se escapara nadie, claro) y se sentó en el pupitre vacío más cercano a la salida. La miré esperando nuestra señal y me guiñó un ojo. Eso significaba que todo estaba listo y que nadie nos molestaría. En la pizarra blanca había escrito con rotulador cuáles eran los puntos a tratar en la charla:
Ya había reparado en que muchos miraban extrañados la lista y esperaban que el compañero de al lado supiera algo de lo que estaba pasando allí, pero no se atrevían a hablar, no fuera que acabaran haciendo horas extra en la lavandería. Finalmente uno de los jóvenes con tatuaje del fondo se atrevió a levantar con timidez su mano. Le di permiso para hablar. —¿Pero no nos has hablado ya de todos esos puntos? ¿No íbamos a aprender cosas nuevas hoy? Yo ya he incorporado el hummus a todas mis comidas… siempre que el cocinero anuncia que hoy hay garbanzos en el menú. —Pues yo escribí una carta al zoo pidiendo que dejaran de criar animales no humanos para exhibirlos al público, que de conservacionistas no tienen nada… —¡Yo posteé en un grupo de Facebook un artículo entero sobre bienestarismo! —¡A mí me llamaron francionista, como usted predijo, señorita! La última exclamación provocó un coro de risas en toda la sala. Yo me sentía satisfecha por todo el trabajo que llevaba hecho en estos días de encarcelamiento. Nunca mi labor de activista había llegado tan lejos. Había ido eligiendo a mis alumnos con mucho cuidado. Como yo, la mayoría tenía condenas cortas que estaban a punto de cumplir, y pronto habría una nueva legión de nuevos veganos por las calles. Veganos bien formados, por supuesto, no como el 90% de los que se dicen veganos. También había ido descartando a los poco inteligentes, por ejemplo, todos los que me enseñaban los dientes y me decían que eran carnívoros. Esos se merecían condenas eternas… pero en el infierno. Les sonreí y les pedí que me atendieran. —Estoy orgullosa de vosotros. Cuando salgáis ahí fuera vais a hacer una labor estupenda de divulgación y vais a ayudar de verdad a todos los animales no humanos que mueren debido a la cosificación que sufren por parte de los humanos. Seguiremos en contacto. Pero hoy vamos a hablar de otra cosa… Como sabéis hay un supuesto virus por ahí haciendo estragos en la población, o eso dicen… y me encarcelaron precisamente por querer organizar una resistencia contra el verdadero virus que nos está carcomiendo por dentro: el virus de la estupidez humana ilimitada. Bien, vosotros vais a formar parte de esa resistencia, y hoy os voy a contar cómo ser resistentes a ese virus. Los que quedemos en la Tierra después del apocalipsis teatral.. quiero decir, los que quedemos cuerdos después de toda esta farsa, somos los que tenemos que crear un mundo nuevo. ¿Estáis conmigo?
Vi el brillo en los ojos de muchos de ellos, las sonrisas de complicidad en muchos otros… hasta la funcionaria de prisiones parecía haber recuperado su vitalidad y ya no parecía que siempre la acompañara una nube negra de mala leche. El SÍ fue rotundo y vibró con fuerza en todo el aula. Borré todos los puntos y escribí los nuevos. —Bien. Hoy empezaremos por el punto 1: Apagad la televisión. O, mejor, tiradla por la ventana. Sí, sin remordimientos. Bueno, los que tengáis un poco de conciencia medioambiental la lleváis a un punto limpio, siempre que no os quede a más de 50 kilómetros de distancia, puede que hasta tengáis suerte y os la cojan, si mide menos de 20x20 cm, pero entendéis la idea, ¿no? Los presos me miraron dubitativos. Sospeché que su mayor temor era que los amantes de las telenovelas se quisieran vengar con un navajazo en la hora del patio. —Me refiero a la tele de vuestras casas… cuando volváis a tener casa —aclaré—. Aquí lo que tenéis que hacer es quitar las noticias y explicar a vuestros compañeros, con buenos argumentos, por qué es mejor ver los documentales de La 2. ¿Me explico? El SÍ fue otra vez rotundo. Qué orgullosa me sentí de mis chicos...
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