No es que hoy esté menos hastiada de lo que estaba ayer, ni siquiera iba a escribir, pero al final he pensado en el mejor momento del día 43 de mi confinamiento de mentirijillas, que ha sido ver el microscopio original de Leeuwenhoek (ni siquiera sabía escribir el nombre, he tenido que recurrir al Sr. Google) en manos del Dr. Camacho, y eso me ha animado a comentar un poco. Yo pensaba que iba a sacar un microscopio más parecido a los de ahora, quizá más pequeñito o rudimentario, pero no ese instrumento tan curioso. Tampoco me podía imaginar toda la historia que hay detrás, cómo Leeuwenhoek se negaba a explicarle a la gente cómo lograba ver las partículas microscópicas. Quizá pensaba que lo tomarían por loco, como siempre pasa con los descubrimientos revolucionarios que nadie más podrá comprender. Y nada sabía de la persecución que sufrió por la comunidad científica de la época, que ya me voy dando cuenta de que la cerrazón de mente es bastante común entre los científicos dogmáticos que no se han enterado muy bien en qué consiste la verdadera ciencia. Voy a contar un secreto que pocos saben. Yo también me he peleado con científicos cerrados de mente que no saben ver más allá de los datos que tienen delante. No es que haya sido en círculos realmente académicos, porque el sector del que hablo es muy, muy minoritario, incluso entre científicos que se dedican a investigar cosas raras. Sí que puedo decir que él es uno de los mayores especialistas que existen ahora dentro de esa rama. Yo, para él, sospecho que no soy más que un especímen sin voz ni voto, por eso quizá le molestaba que yo criticara sus opiniones. Pero bueno, sea como sea, lo cierto es que nuestras elucubraciones no mueven millones de dólares en un lado o en otro, así que no tenemos de qué preocuparnos. Digamos que somos los marginados dentro de los marginados, lo bueno es que así nadie nos conoce y está claro que no vamos a ser perseguidos por dirigentes de farmacéuticas ni cabecillas de organizaciones putrefactas de la salud. Y peleándome con él siempre usaba un símil que tiene que ver con microscopios. Si te concentras demasiado en ese microscopio y solo sacas tus conclusiones en base a lo que puedes ver en él, pierdes la perspectiva. Hay parte de la realidad que no estás viendo. No tienes en cuenta todo lo que te rodea que cae fuera de ese mundo microscópico. Tu pequeña realidad no es la verdadera Realidad.
Creo que este es un error muy común no solo entre científicos, sino en todos los individuos que pretenden conocer las verdades objetivas del mundo en el que nos movemos. Con el tiempo he ido descubriendo que prácticamente todo se basa en creencias y nuestra flexibilidad para desprendernos de ellas si empezamos a ver que esas creencias ya no son válidas. Los flexibles no tienen ningún problema en dejar esas creencias atrás, cambiar sus esquemas mentales y construir un nuevo sistema de creencias que posiblemente los llevará a tomar decisiones más justas. Los inflexibles se quedan con el viejo sistema de creencias, posiblemente porque son más inseguros y prefieren permanecer en una prisión antes que ser libres, y para justificar la existencia de esas creencias, inventan todo tipo de excusas y pretextos. Uno puede ser flexible para algunas cosas pero tremendamente inflexible para otras. Este es un fenómeno que me parece muy curioso. No investigamos todo con el mismo interés o la misma objetividad, supongo que esto es cuestión de gustos (y miedos) personales. Todos vivimos en nuestra propia realidad, dentro de los confines del mundo que creemos más plausible. Somos felices con ese 1 o 2% que creemos conocer, y no queremos mirar más allá. Somos como muñequitos del Sim City, explorando una manzana o dos del mundo virtual que nos corresponde, totalmente ignorantes de lo que se mueve fuera del videojuego, y con más o menos inquina, expulsamos todo lo que no queremos en ese mundo ficticio. No nos damos cuenta de que precisamente lo que representa un desafío para nosotros, lo que se sitúa en los límites de lo conocido, es lo que nos llevará al mayor crecimiento personal y a aproximarnos a la verdadera Realidad. Nunca he entendido por qué para algunas personas es tan difícil decir «No lo sé». Si de entrada te niegas a otras realidades, nunca las descubrirás. Decir «No lo sé, voy a investigarlo» es la puerta que se abre a nuevos mundos y descubrimientos como los que solo Leeuwenhoek pudo hacer en su época, mirando a través de un pequeño artilugio que debía de parecer brujería para sus contemporáneos. Hoy no nos llaman brujos, sino magufos, pero la ignorancia y la prepotencia siguen siendo las mismas.
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Archivos
Abril 2024
Categorías
Todo
|