Después de unos meses observando el comportamiento de los gatos en el jardín, he encontrado mi lugar de meditación ideal donde jamás hubiese imaginado: subida en un hórreo, dejando que el sol me envuelva en su calorcito e inspirando el aroma del limonero que custodia el hórreo. Al principio me daba un poco de vértigo, pero ahora ya me he fundido con la madera. Encuentro el apoyo perfecto en mi coxis y mantengo el equilibrio con la espalda recta, que para algo tenía que servir el yoga. Y desde ahí, como si fuera una baronesa rampante, contemplo todo lo que se mueve por debajo de mí y trato de alejarme mentalmente de Zombilandia. Es eso o colgarme del árbol muerto que está justo en la linde de la parcela. Lleva susurrándome que lo haga desde que nos mudamos a esta casa.
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Hoy, en mi viaje internáutico, he pasado de contemplar ojiplática carteles promocionando la manifestación del Día de la Mujer en los que aparecían dibujos de supuestas seres humanas embozaladas, a escuchar a una catedrática de la Facultad de Veterinaria, en su día una de mis profesoras (no recuerdo bien de qué asignatura), afirmando que tanto alumnos como alumnas que llegan a la universidad necesitan una clara «orientación» durante la carrera (léase adoctrinamiento) para quitarles de la cabeza esa idea tan rara de querer dedicarse a curar animalitos. Yo ya no sé si soy yo que veo Nuevo Orden Mundial en todas partes, pero como para hablar de ser veterinaria y vegana y el sufrimiento asociado ya tengo otro blog, he decidido centrarme en el tema de la mujer zombi… o borrega… o esclava… o, para ser lo más exacta y justa posible (creo), de la mujer igualmente jodida que el hombre. Desde que empecé a hacer activismo vegano en internet y moverme un poco por redes sociales (porque yo no piso las redes sociales a no ser que sea por una buena causa), vi que había personas por lo general más jóvenes que yo que hablaban una neolengua algo difícil de comprender para mí. Es una consecuencia de hacerse vieja, pensé. Yo me quedé en eso de masculino, femenino y transexual. Ahora se hablaba de LGTBizkuwte y no sé qué más, cis, trans, bi, poliamor, y algún que otro palabro que me costaba comprender y que posiblemente ni habría encontrado en el diccionario de la R.A.E. si hubiese querido buscarlo. Yo siempre evité meterme en discusiones que solo me hacen perder el tiempo. Pero sí que vi mucha división dentro del movimiento vegano por temas relacionados con el feminismo, el machismo y la interseccionalidad. A diario veo publicaciones de supuestas feministas que utilizan ese engendro llamado «lenguaje inclusivo» (que como escritora me afecta a la salud) y en los casos más extremos, incluso absurdos ataques a activistas masculinos simplemente por ser hombres y criticar lo que dice una mujer. Algún contacto llegó a preguntarme mi opinión o mi postura respecto al «feminismo» moderno y me guardé de decir mucho, excepto que ni lo entiendo ni jamás lo entenderé. Yo soy más vieja que muchas de estas «feministas», me crié con tres hermanos, fui a un colegio mixto, y sí, de pequeña me quejé bastante del reparto de tareas domésticas (ya se sabe cómo eran las madres de entonces), pero también fui consciente de que en determinados momentos se me mimaba más por ser chica. ¿Discriminación? Ninguna. Mis horarios de salida y llegada a casa fueron los mismos que los de los chicos. Siempre tuve las mismas oportunidades. ¿Me encontré con algún hijo de puta por la calle que quiso aprovecharse sexualmente de mí? Pues sí. Pero eso no es culpa de ningún otro hombre. Ellos también pueden ser atacados por personas más fuertes o mejor armadas. Vivir es un riesgo, seas hombre o mujer. Por todas estas razones me parece que el movimiento «feminista» actual está muy desvirtuado (utilizo esta palabra porque soy buena), y no tiene ningún sentido. (Esta fue mi rápida reflexión en Facebook)
(Y uno de los carteles es de PACMA, cómo no, ni defienden a los animales ni defienden a las mujeres, a pesar de las apariencias) No hago más que ver carteles hablando del 8M con mujeres embozaladas. Y hay gente que aún quiere celebrarlo... No se puede estar más ciego ni ser tan patético. Seguid, seguid siendo esclavos de ese globalismo que solo existe en la mente de los conspiranoicos, como pensáis algunos... Las últimas dos horas del especial primer aniversario de El Expreso de Medianoche han sido de lo mejorcito que he escuchado últimamente. El símil que ha hecho el Dr. José Luis Sevillano del Rey Arturo (en este caso, Patrick) y sus caballeros, que se pasan el día por ahí luchando para después reunirse cuando el Rey los convoca, me ha parecido de lo más acertado. Además creo que ese es el tipo ideal de activismo, si es que queremos que sea eficaz. Por mi propia experiencia puedo decir que los grupos no funcionan, especialmente si son numerosos. La naturaleza humana siempre se impone y acaban apareciendo los inútiles egos, los que quieren liderar a toda costa o los que quieren hacer caja aparentemente luchando por una causa justa. Enseguida se pierde el sentido original y surgen las luchas intestinas que solo nos hacen perder tiempo y energía. Todos nuestros esfuerzos acaban diluyéndose como una gota de sangre en el océano.
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