Esta mañana mi madre, siguiendo su costumbre ancestral, me despertó nada más levantarse, creyendo que tenía una buena razón para ello.
—¡Mónica! ¡Mira cómo está todo, lleno de mierda! ¿De dónde ha caído tanto polvo? Nunca en mi vida había visto nada igual... Yo me revuelvo entre mi sábanas, cagándome en todo por ser arrebatada de esta forma de la paz y el olvido del sueño (que, por cierto, había soñado con Enrique Pérez y otro chaval que me había regalado una caja de bombones pero pensaba devolvérselos porque no eran veganos). —¡Viene de los aviones, mama! —¿De los aviones? ¿Cómo va a venir de los aviones? Eso está en la atmósfera… La dejo que piense porque no pienso gritar más desde la cama. Puedo imaginarme sus neuronas trabajando con esfuerzo para comprender lo que le acabo de decir. «¿Y dónde están esos aviones? Vamos, mama, que tú puedes...» Tengo que levantarme al baño y ella insiste en que me asome por la ventana para ver el mundo apocalíptico en el que vivimos. Pero yo ya sé lo que hay, no tengo ninguna necesidad de verlo. Yo lo que quiero es seguir con mis sueños.
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La verdad es que me divierte mucho escribir sobre mi proceso creativo. Si no lo hago más es por la misma razón por la que El Ángel de la Muerte (Animal) sigue paralizado, a pesar de tener ya uno o dos capítulos listos para publicar, o por la que se me amontonan los proyectos en espera de ser revisados y editados por mí. Simple procrastinación. Traducido al castellano: yo me levanto por la mañana con ese hormigueo en los dedos y ese deseo inherente a todo escritor de trasladar mis pensamientos a palabras escritas, pero luego se me pasa y me pongo a hacer otras cosas. Esas cosas pueden ser necesarias para la vida, como prepararme el desayuno o hacer la lista de la compra, o puede ser simplemente mirar a la pared en busca de inspiración. Esto último también cuenta como escribir para los escritores, por si hay alguien que no lo sabe. Ahora que lo pienso, quizá sea esa la razón por la que muchos escritores cuentan con un editor… Yo también me buscaría uno si no supiera que al final iba a ganar un 1% de las ventas de mis libros, y eso no me compensa.
Que conste que no todo es tan negro como lo pinto. En realidad hoy ya he conseguido acabar un artículo sobre medicina veterinaria tradicional china y cáncer que tenía pendiente desde hace semanas, y ahora estoy aprovechando el tirón para darle algo de vidilla al blog. Y en mi cabeza nunca para la ebullición respecto a una de mis obras magistrales, que va a ser la tercera parte de mi saga espacial. De ella quería hablar, porque su creación me ha sorprendido incluso a mí misma. Es pura magia. La vida es extraña. Un día estás recomendando a todos tus clientes que vacunen de varias enfermedades infecciosas a sus cachorros y al día siguiente estás microfilmando el informe que el centro de salud le dio a tu madre «vacunada con la pauta completa» sintiéndote como un espía haciendo un bien a la humanidad. Vas a comprobar con la base de datos de la Resistencia si alguno de esos lotes con que la vacunaron son placebo o veneno nanotecnológico. Como decía un colega escritor (y disidente no vegano en gran parte culpable de la existencia de un relato genial sobre plátanos sintientes), en un comentario del blog, esto de ser un escritor viviendo dentro de su propia novela puede ser un sueño o una pesadilla, aún no lo sabemos.
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