Capítulo 1.
Era el primer día de trabajo para Leuche después de sus largas vacaciones. Como siempre, atravesó el pasillo que llevaba a las oficinas, raudo como un transbordador espacial, y se detuvo justo delante de la puerta donde ponía «Ángel de la Muerte nº 3176-80». Ya iba a golpear el cristal con los nudillos cuando pensó que era mejor comprobar primero en qué estado de ánimo se hallaba hoy su jefe, Tot. A través de las rendijas que dejaba la persiana podía ver que no había soldaditos encima de la mesa. Sin embargo, mantenía la mirada perdida en el horizonte… bueno, la pared, para ser más exactos. Se concentró levemente y se sintonizó con su pensamiento. ¡Hostias! Si estaba conversando telepáticamente con alguien… y encima, era con Han, el guía espiritual de Leuche… y encima, ¡hablaban de él! Acercó más la oreja a la puerta. O sea, lo que fuera que tenía ahora en lugar de orejas. —Que se le ha metido en la cabeza que quiere reencarnar para ayudar a los animalitos, que no es joda… broma, quiero decir. ¿Qué mosca le ha picado? ¿No se da cuenta de la responsabilidad que le une al Departamento de los Ángeles de la Muerte y que no puede cambiar de plano así como así, cada vez que se le antoje, y por causas cada vez más insignificantes? ¿Se cree que está en la carrera espacial por ver quién evoluciona antes espiritualmente o qué le pasa? Tot hablaba profundamente alterado. Leuche no entendía qué podía afectarle tanto. Por fortuna, el bueno de Han le respondía con toda la paciencia del mundo.
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