Rumores de fuentes bastante confiables apuntan a que el verdadero genocidio podría empezar en el mes de junio de este año, y que en octubre veremos a millones de personas morir, y muchos caerán muertos por las calles. La razón será la combinación de las radiaciones electromagnéticas con las vacunas que en estos momentos se está inoculando en la población. Después de todo lo que llevo investigado, me lo creo (aunque no dejen de ser rumores y por tanto haya que ser prudentes). Coincide incluso con ciertos análisis astrológicos que escuché hace meses, sobre los periodos de mayor oscuridad que aún nos quedaban por pasar a lo largo de 2021.
Hay quienes afirman incluso que ninguno de los vacunados sobrevivirá más de cinco meses, y por supuesto nadie achacará oficialmente la causa de la muerte a la vacuna, como ya estamos viendo con muchos casos de trombosis. Los ancianos porque son ancianos, los jóvenes porque tuvieron mala suerte y tal vez ya tenían alguna enfermedad que no había dado la cara. Porque, como todos sabemos, las vacunas salvan vidas, y mejor es vacunarse que morir por Covid. Es lo que dice el catecismo de la religión covidiana. Cada día me siento más como si viviera dentro de una mis novelas de ciencia ficción. Y, al mismo tiempo, lo que vivo en la realidad me está dando más que nunca mucho material para seguir escribiendo. De hecho, estoy plenamente inmersa en la tercera parte de mi saga espacial, que con un poco de suerte será publicada en menos de un año, aunque quizá ya para entonces no me queden ni potenciales lectores. Es lo que tiene vivir en un presente distópico.
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Acabo de ver a una amiga celebrando que se ha vacunado y no sé muy bien cómo sentirme. Su pareja, una amiga a la que aprecio mucho más, también lo ha hecho. Es aún más sangrante en su caso, porque ella es médico y yo tenía esperanzas de que se diera cuenta a tiempo de toda esta farsa. Es además una de las personas más inteligentes que conozco, aun con su relativa juventud. Pero no ha podido ser, ha sucumbido al Nuevo Orden Mundial como tantos otros. Y te das cuenta de que estás en una guerra cuando empiezas a ver que tus seres queridos se convierten en víctimas, cuando sabes que es muy probable que muera joven a consecuencia de cualquier enfermedad provocada por el experimento transgénico.
No creo en el karma, pero lo gracioso es que quizá tiene que ser así. A veces, lo elijamos o no, los verdugos se convierten en víctimas, a manos de los que en otros tiempos fueron sus acérrimos enemigos. Quizá sea para su crecimiento personal. Pero como alguien que la vio crecer en otros tiempos y realmente deseaba sentirse orgullosa de ella, me apena ver que no será posible, tampoco esta vez. Ni siquiera pude advertirles. No quisieron saber, jamás preguntaron porque tal vez querían evitar cualquier conflicto entre nosotras. Tampoco investigaron por sí mismas, que es lo que más me decepciona, o tal vez lo hicieron y como tantos otros descartaron nuestras advertencias por considerarlas teorías conspiranoicas que ahora, un año después de que comenzara toda esta película, se están haciendo realidad. |
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