Llevo escaso mes y medio disfrutando de mi nueva vida y no podría sentirme más en paz. Esto empieza a parecerse a ese templo Shaolín que viene siendo mi inspiración desde principios de año para construir el santuario gatuno de nuestros sueños. Y como dicen que el espacio que nos rodea es el reflejo de nuestro interior, tal vez construir primero nuestro paraíso espiritual sea la mejor forma de iniciar el proyecto. Ahora mismo, si viviera hace unos siglos, podría compararme a una monja en clausura casi total, trabajando lo indispensable para que no falte nada que comer, y dedicando el resto del tiempo al cultivo físico y espiritual, con la disciplina justa y necesaria. No entran apenas noticias del mundo exterior, y si entran no me dejo influenciar por ellas. Casi se me ha olvidado qué es el estrés. He vuelto a tener sensaciones que no tenía desde mi juventud, antes de la ansiedad. Duermo como una bendita y disfruto de mis sueños, exentos de preocupaciones y paranoias varias. El silencio ya no me incomoda, todo lo contrario. El tiempo pasa tan despacio y me deja tantos huecos libres que no me explico en qué lo perdía cuando estaba en la civilización, si venía haciendo prácticamente lo mismo que ahora. Y no puedo decir que esté sola porque con cinco gatos en casa siempre tengo compañía, pero sí noto que la soledad es muy peligrosa por una simple razón: te acostumbras tanto a ella y es tan placentera que abandonarla da mucha, pero que mucha pereza. Aquí he de hacer un inciso, y es que esta es una de esas ocasiones en las que el idioma español no me parece tan prolífico como lo pintan, ya que no hay diferenciación alguna entre distintos tipos de soledad. En cambio en inglés tenemos solitude y loneliness: la primera palabra se refiere simplemente al hecho de estar solo, que puede ser bueno o malo según nuestras propias emociones y circunstancias; y la segunda lleva implícito un cierto sentimiento de tristeza o nostalgia porque echamos de menos algo o a alguien. Yo hoy hablo de solitude. Y para mí es sinónimo de paz porque con mi renacimiento dejé atrás muchas inseguridades, muchos miedos, esa ansiedad que ya he mencionado y ese sentimiento de incomodidad que te proporciona la soledad cuando dependes emocionalmente de otra persona. Sé que era una tarea que tenía pendiente desde hace varias vidas. Volver a confiar en mí misma, recuperar mi fuerza interior, canalizar mi valentía y mi energía hacia algo productivo que no acabase en autodestrucción. Y, por fin, siento que lo estoy consiguiendo. Lo mío me ha costado…
Y me doy cuenta de que es una sensación distinta a mi natural tendencia antisocial. De hecho, debido una vez más a la desaparición de esa ansiedad, no me importa para nada relacionarme con otros, sea por temas laborales, cotidianos o de amistad. Lo hago con total cordialidad y paso siempre un rato agradable, aun si surgen desavenencias o se remueven ciertos impulsos de enviar al carajo a alguien. No es que sienta aversión al contacto social, lo que ocurre es que apenas me interesa, a no ser que ese contacto vaya a ser especialmente edificante para mí. O sea: apórtame algo valioso de verdad, o déjame que siga disfrutando de la compañía de mis propios pensamientos y la paz interior que ya forma parte de mí. Quizá solo es que mis prácticas Shaolín están dando sus frutos. Ahora me concentro únicamente en mi tarea actual, disfruto el momento, evito distracciones incluso mientras me alimento, y apenas me preocupa el pasado o el futuro. No puedo negar que se hace extraño sentirme cada vez más alejada de eso que llaman «mundo real». Ya me sentía extraterrestre antes, pero ahora es como si me hablaran en un idioma totalmente incomprensible si me cuentan sus problemas sobre el tráfico, madrugar, la hipoteca, las vacaciones o la jubilación. Yo ya estoy donde quiero estar, ahora solo me queda mantener mi posición o dar la bienvenida a pequeños cambios que me traigan mejoras en lo que ya tengo. Y no, no tengo que esperar a los 67 para disfrutarlo. Supongo que destruir la programación a la que hemos sido sometidos desde niños es parecido a dejar atrás una adicción. Te has acostumbrado tanto a un tipo de mierda que ya no sabes si sobrevivirás sin ella. Pero cuando esa mierda ya no te controla, entonces te das cuenta de que has recuperado una libertad que jamás debías haber perdido. Sé que soy inmortal. Si no, saber que me pasé más de media vida haciendo el imbécil sería un hecho bastante difícil de sobrellevar. Cuánto tiempo y energía desperdiciados, teniendo la felicidad al alcance de nuestras manos… Y menos mal que un ciclo llega a su fin y se supone que nuestras próximas vidas en esta dimensión física ya serán en el Nuevo Paradigma, aún en proceso de creación. Pero para esto vinimos, ni más ni menos. Kiksúye.
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Archivos
Abril 2024
Categorías
Todo
|