Dice mi maestro Shaolín, Shi Heng Yi, que para comenzar una nueva vida libre de pesares y sufrimientos innecesarios, lo primero que hay que hacer es vaciar la copa, vaciar la mente, liberarte de todos esos pensamientos que ha ido creando desde el nacimiento, para que lo nuevo pueda ir llegando. Siento que ya lo he conseguido. Desde que inicié mi viaje espiritual a finales de 2011 la transformación ha sido continua y a ratos bastante complicada, pero ya renací, y ahora me voy acostumbrando a mi nuevo yo. «Para saborear tu copa de agua, primero debes vaciar la copa. Amigo mío, desecha todas tus ideas fijas y preconcebidas y sé neutral. ¿Sabes por qué la copa es útil? Porque está vacía.» - Bruce Lee. En estas dos últimas semanas aparentemente tranquilas han pasado en realidad muchas cosas dignas de contar, pero son detalles que pertenecen a mi interior y que solo yo puedo notar. Por ejemplo, hablando de pensamientos, observo que por fin he logrado permanecer en un estado de meditación casi continua, es decir, de observación, no solo de lo que me rodea sino también de mí misma. Por tanto, si me sorprendo recayendo en antiguos hábitos o diciendo algo que no debería decir, enseguida me corrijo y me reencauzo. Soy YO, no mi mente, la que maneja el cotarro. Soy YO y no mis impulsos la que decide cómo quiere reaccionar, cómo quiere vivir. Elimino basura de mi cabeza de manera automática, en cuanto detecto que puede hacerme daño a mí misma o a otros. Con algunos momentos puntuales de ansiedad sigue siendo algo difícil, pero al menos aplico las técnicas de respiración que conozco ahora y consigo volver a una relativa calma. Casualmente justo ayer me llegaba una película que me hacía recordar cuánto he avanzado, aplicando la misma sabiduría que el protagonista de El guerrero pacífico: el único límite está en nuestras mentes. Controla la mente y tendrás hecho gran parte del camino. Ahora ya no me lo pienso cuando hay que hacer fondos con los puños en las sesiones de entrenamiento o aguantar cinco minutos en Ma Bu. Lo hago y se acabó, como pueda pero sin excusas ni lloriqueos. Y esto también se aplica a las inspecciones de la ITV. Dios, como pruebas para testear la paciencia no están nada mal… pero la verdad es que me alegra ir encontrándome con paisanos entrañables siempre dispuestos a ayudar. Antes de eso pasé por la peluquería y resultó que la peluquera sufre de una extraña alteración neurológica que por supuesto los médicos no han conseguido ni diagnosticar, pero que han intentando tratar igualmente con antidepresivos sin ningún resultado (menos mal que esta vez no se han cargado a nadie). Esto me lo contó la peluquera respondiendo a mis preguntas mientras estaba pagando. Más tarde, reflexionando sobre el episodio, fue cuando noté que algo en mí ha cambiado. En otros tiempos es muy probable que no hubiese dicho ni palabra, después de pasarme las dos horas rígida en el asiento suspirando por que el tiempo pasara lo más rápido posible. Sin embargo esta vez noté que ya no se trataba de mí, sino de los demás. Aquello que siempre me mantuvo paralizada durante años se había esfumado. Y si yo estoy en paz, entonces puedo atender a las necesidades de los que me rodean. Estuve disfrutando con las conversaciones sencillas y mundanas de varias señoras de edad que pasaron por allí, y estaba toda relajada aun cuando la peluquera comenzó a cortarme el pelo presa de cierta descoordinación motora explosiva e intermitente que en mi imaginación me hacía pensar en Eduardo Manostijeras, y que en ciertos individuos crueles llegaría a provocar risa y mofa. Mientras me teñía su compañera (empleada) yo ya lo había notado en sus movimientos, reflejada en el espejo mientras ella se movía a mi espalda, y me estuve preguntando si dejaría ese trabajo a su compañera (empleada). Estoy segura de que el 99% de la gente que va a esa peluquería por primera vez no vuelve o ni siquiera se deja cortar por ella, al ver el panorama. Yo la observé en silencio y lo único que podía sentir era compasión, simpatía (no empatía, según la distinción que he aprendido de Rafa Budo) y admiración: es fácil imaginarse lo que debe de ser ir a trabajar en esas condiciones. La dejé hacer. Y supe que no podía irme de allí sin preguntarle qué le pasaba y ofrecerle una alternativa de tratamiento: la terapia regenerativa. No sabía cómo se lo tomaría o cómo reaccionaría, pero yo no debía refugiarme en mi natural timidez como excusa ni mirar para otro lado sin decir nada ni dejarme llevar por ningún miedo. Y ella se abrió y me respondió a todas mis preguntas. Le dejé cierta información, por si quería utilizarla. Esa decisión ya no me correspondía a mí. La que sí me corresponde es la de volver o no a ese establecimiento en el futuro. Pienso hacerlo porque sé que nadie me va a cortar el pelo como ella. El amor va poco a poco sustituyendo al miedo. Esto es literal. Y sé que es consecuencia del renacimiento, tras el largo proceso de transformación sufrido durante años. El Nuevo Paradigma será creado por seres humanos que también se estén transformando por dentro, liberándose de toda esa oscuridad que nos ha acompañado durante milenios.
Y mientras, ya hemos tenido a nuestros primeros pacientes en nuestra recién estrenada «clínica», por lo general acompañados de humanos también muy especiales que saben de dónde venimos y adónde vamos, con los que surgen oportunidades de colaboración e intercambio de conocimientos sin ni siquiera buscarlo. La magia sigue haciendo de las suyas en esta nueva etapa de luz, y si dejas que fluya, pronto te arrastra al lugar en el que debes estar. Y aunque lo parezca, no me he olvidado de los fantasmas con los que compartimos casa mi socia y yo. Quién me iba a decir a mí que aprendería algunas palabras asturianas escuchando psicofonías… Pero de esto hablaré en algún futuro episodio, como ya prometí. Kiksúye.
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Archivos
Abril 2024
Categorías
Todo
|