Conduzco de casa al trabajo pensando en el Ángel de la Muerte, porque en el CD suena la leyenda de Elijah Shade, y tengo que introducirla de alguna manera en mis escritos, por si alguien siente su llamada y se le ocurre leer la letra, y descubrir que muchos conocemos la Verdad, pero nos la guardamos para nosotros mismos porque sabemos que casi nadie comprenderá. Bueno, no siempre nos la guardamos. A veces hablamos con gente que sí comprende, o la transformamos en historias absurdas para que la gente piense que nosotros los escritores estamos haciéndoles soñar. A veces hasta nos llegan a considerar genios. Eso sí, lo hacen una vez que ya estás en el otro lado, no sea que teniendo un salario digno se te suba la genialidad a la cabeza. Estoy segura de que Elijah Shade trabaja en ese Departamento. Tengo que preguntarle a Clive, el responsable de las letras de Arena, si él también conoce la Verdad. Porque lo reconozco en la profundidad de sus escritos, en lo acertado de sus letras, en la magia que dejan traslucir los mundos que crea, solo con su imaginación y unas notas musicales. Qué pedazo de artista. Un día en una sala de conciertos creí ver el brillo de la insignia destacando en la negrura de su gabardina, mientras tocaba su teclado. Solo alguien que ha jugado con la Muerte muchas veces antes podría llevar esa insignia con tanta elegancia, y además estando vivo. Qué grande Clive. Qué grande Elijah. You are wrong! You misjudge me My truths are obscure and unknown… I am here Though you'd throw me down to hell Despite your fears only time can tell En la cola del supermercado dejo más de un metro de distancia, no porque tenga miedo de un virus que no es distinto a los cientos de millones que ya me rodean habitualmente, sino porque ahora han dicho que esa es la forma correcta de actuar, y nunca he tenido ganas de protestar por tonterías. Además no me apetece acabar arrestada contra una pared, ni que me pisoteen mis derechos como ya me ocurrió. Ante todo, hay que ser inteligente y protegerte del virus de la estupidez humana ilimitada. Decir que no hagan caso de medidas tan ridículas a estas alturas sería como decirles que la muerte no existe y todos reencarnamos, pensarán que la loca soy yo. Mientras espero pienso que si dijeran que hay que tirarse de un puente para no coger el coronavirus, todo el mundo lo haría. Es la naturaleza humana, supongo. Es una lucha perdida, y me aconsejaron que dejara de luchar. Quién me lo dijo, un no-muerto que solo existe en mi imaginación. Algún día testificaré que soy esquizofrénica, me encerrarán en un psiquiátrico, me suicidaré pero dirán que morí por coronavirus porque di positivo al test ese de los cojones que no sirve para nada, excepto para marcarnos como si fuésemos apestados en la Edad Media. Si hubieran hecho otro test para el virus de la gripe ya haría tiempo que nos habríamos despedazado entre nosotros. Justo en este punto de mis profundas y sabias reflexiones, recuerdo que soy miembro de una resistencia que tiene que crecer para salvar al mundo de su propia estupidez. He conseguido reclutar ya a cuatro personas, nada más y nada menos. Decido romper la distancia de seguridad y darle un golpecito en el hombro al que espera delante de mí, un hombre rellenito que tiene pinta de hacer una vida bastante sedentaria. Se da la vuelta con lentitud y me mira interrogante. Me sorprende que lleve mascarilla, dada la escasez actual de EPI’s. —Dime que estás disimulando. —Pues claro que estoy disimulando. Hay que pasar desapercibido, no quiero que la policía me envíe a una cárcel de verdad, en lugar del piso que comparto con mi suegra. —¿Entonces sabes que el Covid-19 es un cuento para mantenernos controlados por el miedo? —Por supuesto que lo sé. —¿Sabes que ahora mismo en tu encimera hay miles de patógenos más peligrosos que el Covid-19, y ya puedes echar litros de lejía que no conseguirás hacerlos desaparecer? —Ya lo creo. Salmonella entre ellos, y Yersinia… en un estudio se descubrió que el germen causante de las infecciones urinarias femeninas provenía del pollo crudo que manipulaban en sus casas. —¡Vaya! ¿Así que has leído a Greger? —Guarda bien ese libro, pronto será herético y te condenarán a la hoguera si lo encuentran en tu biblioteca, aunque sea virtual. —Creo que deberías formar parte de mi resistencia. Nos reunimos todos los jueves a partir de las 12 de la noche en la clínica vegana. —¿La vegana? ¿La de las chicas esas que pretenden que solo alimentemos a nuestras mascotas con plantas? —Esas mismas. —Pues allí estaré. —Disimula que viene el vigilante… Conduzco del trabajo a casa con una sonrisa en mi cara. Otro día que no he tenido que matar a nadie por chocolate, pero porque tengo de sobra en casa aún, las estanterías estaban vacías. ¿Tal vez piensan traficar con él en el caso de que tengan que vivir en un futuro como el de Mad Max? Me preocupa la harina integral sin embargo. De momento me puedo pasar sin pan o pizza casera, que parece que ahora a todo el mundo le ha dado por hacer repostería, pero todo tiene un límite… You are wrong! You misjudge me My truths are obscure and unknown… Qué grande Elijah. Qué grande Clive. Otro Ángel de la Muerte que está entre nosotros.
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