Capítulo 4.
Los organizadores de la manifestación animal pidieron a los asistentes que prestaran atención. —¡Bienvenidos todos a esta asamblea extraordinaria! —comenzó a balar la cabra—. Me alegro de que la distribución de los panfletos haya sido tan rápida y efectiva. Como sabéis, la situación en la Tierra ha llegado a un punto insostenible e inaceptable para toda la comunidad animal. Hay compañeros que incluso se han negado a reencarnar, ya que ni siquiera tienen tiempo de vivir sus vidas con plenitud. Los humanos se han empeñado en tratarnos como esclavos desde que nacemos hasta que morimos, no nos dan ni un respiro. Se han adueñado de todo y nos meten en el mismo saco con la «naturaleza» y los vegetales, como si una zanahoria tuviera los mismos sentimientos que un cordero. Se han olvidado de que somos seres individuales con consciencia (seguramente más desarrollada que la suya, por cierto), de que no estamos aquí para servirles en sus deleznables propósitos. ¡Ni siquiera se acuerdan de que antaño hablábamos el mismo idioma y no teníamos problemas para comunicarnos! ¡Tenemos que poner fin a todo esto! Un clamor procedente de la multitud se extendió por toda la explanada, infinitos sonidos de todas las clases llenaron el aire (o más bien el éter), incluyendo los que hacían las cacerolas golpeando unas contra otras. Cuando el grado de excitación disminuyó un poco un gorila con canas que estaba sentado detrás de la cabra se levantó y tomó la palabra. —Cuidado. No nos comportemos como infantiles humanos. Llevamos muchas más generaciones que ellos poblando nuestro querido planeta, y tenemos que demostrar que somos más sabios que ellos. Tenemos que poner fin a la esclavitud sin sucumbir a la violencia como hacen ellos constantemente y pensando una buena estrategia. —¿Alguna idea, hermano gorila? —baló la cabra. —¡Claro! Este problema no es nuevo. Ya hace décadas que nos pusimos en contacto con algunos humanos para que empezaran a despertar, y se están haciendo algunas cosas a nivel terrenal, pero todavía no es suficiente. Y como su población no deja de crecer a un ritmo endiablado, cada vez más y más de nosotros tenemos que morir para satisfacer sus deseos egoístas. —¡Ni uno más! —cacareó una gallina entre la multitud. —¡Ya basta de muertes! —rebuznó un burro de grandes orejas. —¡A la revolución! —¡Que vuelvan los mamuts! —¡Y los osos cavernarios! —¡Y los tiburones blancos! —¡Calma! —exclamó la cabra—. ¿Qué dice nuestro experto? —Yo digo que actuemos con inteligencia —explicó el gorila—. Los humanos fabrican armas demasiado poderosas y diseñan instrumentos de tortura cada vez más sofisticados para destruirnos sin piedad y mantenernos sometidos. La fuerza bruta de los mamuts… ni siquiera la de los dinosaurios, podría hacer nada contra la tecnología que desarrollan ahora los humanos. Un murmullo de decepción recorrió a todas las almas, como el rumor de un mar embravecido.
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(Escribí este microrrelato directamente en inglés.)
Her eyes… black, deep, fierce, supplicant and full of fear. They search mine for hope, something I cannot give. A choice. «Run! Run as fast as you can, and I will deal with the men in black cloaks with my holy sword.» But I am a prisoner of my vows, so those words I utter not. They would mean my death, a betrayal to my brothers. The end of the Cause. Instead I say: «I know you are not a witch, and God knows just as well. But the Inquisitors do not. If you resist, you will just prolong the agony.» She understands there is no escape. Torment and death are on their way. I could have saved your life, but I chose to save mine, and now I know I did not betray my Faith, but betrayed myself. Now I willingly pay with guilt and sweat and tears and blood and a new vow, that if I ever find you again, I will help you to heal all those souls you could not touch with your wisdom and the gift of your hands, just because ignorants thought you were the Devil, when indeed you were an Angel in disguise. Capítulo 3.
La verja metálica debía de tener como mínimo cinco metros de alto. Casi parecía un muro de esos que construían a veces los políticos en la Tierra para evitar que unos terrestres se mezclaran con otros terrestres. Pues sí que debían de estar mosqueadas las almas animales si no querían mezclarse con las almas humanas… —¡Vamos, Leuche, pasa ya! —le gritó Tot a su compañero, agazapado en el suelo y sujetando con su hombro la parte de la verja que había cortado con unos alicates. —Pero si estamos en el mundo espiritual, piensa que quieres atravesarla y ya está, ¿no aprendiste nada de cuando estuvimos en el astral? Tot miró hacia el cielo (o lo que fuera que había arriba en el mundo espiritual) mientras con una mano seguía sujetando el alambre, esperando que Leuche se decidiera a obedecerle. Una vez más, su compañero acabó defraudándole. Leuche sacudió la cabeza con desdén y pasó al otro lado sin más, atravesando la verja. Por un instante todos sus átomos tuvieron que separarse un poco más a nivel cuántico, de manera que su estructura corporal también pareció ser una verja metálica, llena de hexágonos huecos. Fue una sensación un poco rara, pero enseguida estuvo del otro lado y pudo recuperar su estructura habitual, la de un caballero victoriano con sombrero de copa y melenas rizadas. Tot se le quedó mirando con cara de pocos amigos. Ya le habían vuelto a estropear su ilusión de estar en una misión de guerra contra el enemigo americano. No hizo caso a Leuche y él pasó como un verdadero soldado, arrastrándose por el fango. Luego se puso en pie con toda su dignidad y se estiró al lado del otro Ángel de la Muerte. |
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