Las redes sociales están repletas ahora mismo de hospitales vacíos, grabados por personas disidentes que pretenden demostrar el engaño continuo al que nos someten los medios de manipulación masiva. Me parece una buena forma de activismo y animo a todo el que pueda a que lo haga en su localidad. Pero entre tanto vídeo de hospital vacío, me gustaría hacer una pequeña reflexión, porque no deberíamos perder la perspectiva ni olvidarnos del fondo de lo que está ocurriendo a nivel mundial:
A estas alturas, saber que los hospitales no están colapsados tal y como nos cuentan, saber que eso es solo una pequeña parte del masivo engaño, ya no debería ser noticia, no debería sorprendernos. ESTAMOS EN UNA GUERRA. Llevo meses diciéndolo. Los principales objetivos de esta guerra son la sanidad pública, que ya está agonizando (los sanitarios se ahogarán en su propia sangre, pero ya han tenido tiempo para reaccionar y no lo hacen); los autónomos, que ya nos quedan dos telediarios; las ancianos, que siguen sienso asesinados ya de manera descarada en las residencias; los niños, que están siendo adoctrinados y traumatizados a consciencia para convertirlos en adultos incapaces de luchar por nada. En resumen, es una guerra contra LA HUMANIDAD. No creo que debamos buscar culpables, porque víctimas somos todos, como ha ocurrido en todas las guerras de la historia. Con «todos» me refiero, obviamente, a TODOS LOS QUE ESTAMOS ABAJO, al ciudadano de a pie, a los ingenuos que creemos en la vida, la libertad, la justicia, el honor, la decencia, la defensa de los débiles... los que trabajamos día a día por construir un mundo mejor.
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Hoy, otra escena surrealista cuando iba hacia el coche después de salir de trabajar.
Mientras espero a cruzar por un paso de peatones, con o tres más personas a mi lado izquierdo, un payaso con mascarilla (lo de payaso es literal, no es ningún insulto) viene por detrás haciendo unos silbidos como de aviso. Nos adelanta y se pone en medio de la calzada, y sigue haciendo ese sonido. De pronto me doy cuenta de que me está mirando y se señala la boca, como preguntándome por qué no la llevo yo. Niego con la cabeza y le digo que «No, no quiero». Responde con un gesto de regaño, lo que hacen las madres cuando te dicen «Te voy a pegar». Los de al lado empiezan a mirarme, claro, todos buenos ciudadanos, reparando en esa irresponsable que va sembrando la muerte a su paso. El payaso sigue con sus tonterías, sonrío y vuelvo a negar con la cabeza, y por no enviarle a la mierda echo a andar sin mirar atrás, aprovechando que el semáforo ya está a punto de cambiar. Hoy, escena digna de una película de Tarantino en una gasolinera, a cámara lenta. Una gasolinera adonde he ido docenas de veces durante la era de la subnormalidad, y jamás me han dicho nada por infringir las normas de la dictadura sanitaria.
Yo: «La siete». La cajera me mira de manera extraña, notando que algo no coincide con sus nuevos parámetros mentales (fallo en la Matrix). Acaba señalando mi rostro libre de bozal: «Se te ha olvidado la mascarilla». Yo: «Sí, me la he dejado en el coche». (En realidad la tenía en el bolso, pero me salió así solo, yo que jamás mentí en toda mi vida salvo en alguna ocasión muy puntual. Hoy es que tenía un buen día y hasta no me importaba montar un pollo si era necesario). Cajera: «No puedes estar aquí sin mascarilla». Yo: «Ya. ¿Y qué quieres, que vaya corriendo al coche a por ella?» Sus pestañas se abren y se cierran lentamente, pero no dice nada mientras comprueba su monitor. Cajera: «¿Qué dijiste, la seis?» Yo: «No, ¡la siete!». Cajera: «No llevas mascarilla y además, la siete aún no ha acabado...» Yo: «Bueno, pues espero...» |
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