Después de varios días enfrascada en la creación asistida por I.A. de los personajes de mi saga espacial, como era de esperar, una serie de emociones comenzaron a agitarse en mi interior. Me asaltó una duda: «¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Qué motivación última me lleva a buscar sin parar la imagen perfecta en «la realidad» de lo que hasta ahora solo ha existido en mi mente (con matices de los que no voy a hablar hoy)? Cuando mi socia vio todas esas creaciones, de las que publiqué solo una pequeñísima parte, hizo un par de preguntas interesantes. Una, cuando yo le dije que una imagen en cuestión no me convencía (del agente Yarnel Hishiru), fue: «¿Y cómo sabes que no es él? Si no han existido antes...» La respuesta fue rápida: «¿Cómo que no? Existen en mi mente». Y llevan ahí décadas. No es que sepa cómo son, es que los conozco como a la palma de mi mano. Por eso soy capaz de reconocerlos o no. La otra pregunta fue la que enlazaba con mis propias sensaciones a lo largo de la semana: «¿Y ahora qué vas a hacer con ellas? ¿Una película?» Sonreí. No creo que eso vaya a ocurrir nunca. «De momento, publicarlas en mi blog», dije. Y me quedé pensando. Ahora creo que la respuesta a esa pregunta sería la misma que di a mi hermano cuando me preguntó: «¿Y para qué haces Sirsasana? ¿Qué sentido hay en ponerte boca abajo todos los días?» No hay ninguna razón en especial: es solo por el placer de hacerlo. Simplemente disfruto haciéndolo, y más sabiendo que lo sé hacer. Tengo un bastón igualito detrás de la puerta para cuando salgo a caminar por La Comarca. Tiempo al tiempo y acabaré con el mismo pelo y la misma ropa.
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Antes de nada decir que ayer retomé la escritura de la cuarta parte de mi saga espacial y fue uno de esos días que fluyó increíblemente bien, sin haber pensado antes la escena. Escribir es como todo. Cuanto más tiempo esté en tu mente, más fácil será luego llevarlo a la práctica. Como bien repiten varios de mis maestros, «la repetición es la clave de la excelencia».
Y después de sacar a dos de mis personajes principales vistiendo el uniforme del Cuerpo de Policía Espacial, Sheila no iba a ser menos. La primera imagen que publiqué era algo peliculera, la verdad. Había que bajarla a la Tierra… o al menos, en su caso, a tierra firme. Lo malo de este proceso es que como siga publicando todas las imágenes que me van saliendo así sobre la marcha, es posible que en un futuro dé con una que me parezca mucho mejor y será difícil olvidar las anteriores. Es como cuando tú ya te has hecho una imagen de los hobbits al leer El Señor de los Anillos de Tolkien y luego viene Peter Jackson a ponerles orejas puntiagudas en la trilogía. No digo que esté mal, si se hace bien, pero es peligroso. Sin embargo, en esta época en la que vivimos donde lo visual es tan importante, no queda otra que adaptarse. A estas alturas tenemos versiones para todos los gustos de los personajes de la literatura clásica. Que cada uno se quede con la que más le guste. Por poner un ejemplo, yo prefiero miles de veces más al Sherlock Holmes interpretado por Benedict Cumberbatch aunque viva en una época más moderna, que al de las películas en blanco y negro con incipiente calvicie, representado por un actor llamado Basil Rathbone según acabo de averiguar. Sí, creo que tengo algo en contra de la calvicie… se verá cuando haga la presentación del enemigo de Sheila Craig. Dios mío, ¿alguien puede creerse que casi lloro al ver a Kyle en las imágenes creadas por la inteligencia artificial? Como si fuera de verdad un amigo reencontrado después de años y años de separación… Me han dado hasta ganas de abrazarlo. Menos mal que no tenía una imagen muy definida físicamente, o eso creía yo...
Bueno, adelanto que antes de ponerme con Kyle, hice varios intentos con el malo de la película, que ya estaba tardando, pero a ese lo dejaré para el final, que me lo estoy pasando genial, parezco una niña con su primer videojuego. Esta vez me ha costado elegir entre un buen montón de retratos, algunos me recordaban demasiado a Dandelion en la serie de televisión, el bardo compañero de aventuras de Geralt de Rivia, y no, Kyle no es como él, aunque tampoco es el típico policía que va de hombre duro y le sobran como tres kilos de testosterona. Lo reconozco, no me he podido resistir. Si es que cuando digo que esto de jugar con la I.A. es adictivo es por algo. Dos entradas del blog dos días seguidos, creo que esto es inaudito. Pero lo mejor es que me vuelve a entrar el gusanillo de retomar la saga, bastante parada desde hace meses no precisamente por falta de tiempo o inspiración, sino por lo complicado de la trama y los hilos que tengo que empezar a unir en la cuarta parte para que haya algo de coherencia. Y bueno, porque adentrarse en el lado más oscuro de los personajes siempre cuesta emocionalmente, y en ese sentido creo que estoy alcanzando el clímax de la saga. Esta vez parece que hay poca acción, pero en realidad se está removiendo todo a nivel interno. Y en ese removimiento interno mi personaje Erik Shawn tiene mucho protagonismo. Después de él, me encantaría hacer el retrato de Kyle, pero creo que este va a ser más difícil porque en mi cabeza está menos definido físicamente.
Mientras espero a que algún director de cine lea mi saga espacial y quiera adaptar tal obra de arte a las pantallas, me entretengo haciendo uso de las nuevas tecnologías, las cuales, todo sea dicho, dan un poco de miedo. O esa es la sensación que tengo al escribir la descripción de lo que salió de mi cabeza hace unas pocas décadas, pulsar un botón y ver cómo en unos segundos sale en la pantalla una ilustración tan extrañamente similar a lo que siempre imaginé. Buff. Siempre queda bien decir que mi personaje principal en las novelas es mi alter ego. Si dijera que alguna vez he pensado que podría ser yo misma en una futura reencarnación ya me tacharían, como mínimo, de ser una escritora algo excéntrica. Llamar loca pendeja a una artista no estaría bien visto socialmente, por eso lo suavizarían, sobre todo si esa artista ya ha publicado algunas de sus obras, como es mi caso.
La cuestión es que me dan escalofríos. No son ilustraciones perfectas, no. No son al cien por cien como me las imagino. Pero se acercan lo suficiente como para producirme ese erizamiento del vello de los brazos que algunos llaman carne de gallina. Y es lo más cercano a lo que como autora puedo desear: que mis personajes tomen forma real, completamente humana, en el cine. Alguien me preguntó una vez qué actor o actriz escogería para hacer los papeles de protagonistas, en este caso, Ian Olson y Sheila Craig, y siempre fui incapaz de responder. Mi inteligencia natural también parte de ciertas imágenes que van evolucionando con el tiempo, hasta «producir» algo que jamás he visto en la realidad física en la que me muevo (al menos cuando estoy despierta). En La Comarca hay dos tipos de tiempo meteorológico. Cuando baja de 15 ºC es el duro invierno de la zona norte, ese que te obliga a llevar leotardos bajo uno o dos pantalones y te salen sabañones hasta en las cejas, hasta el extremo de tener que amputar dedos (menos mal que por estos lares manejamos la terapia regenerativa). Cuando sube de 20 ºC es el típico verano tropical asfixiante, ese que llevas esperando desde finales de octubre y cuando por fin llega no puedes ni salir de casa porque te torras viva bajo el sol abrasador. Menos mal que por la noche refresca y puedes volver a ponerte el pijama de invierno y dormir con mantita.
Dios, ¿no existe en el mundo un lugar donde haga una temperatura más o menos normalita y las lluvias sean oportunas y reparadoras? En todo caso, a mí el tiempo meteorológico no me detiene, así que pasado el mediodía, después de acabar con mis quehaceres, me dirigí a mi lugar de meditación preferido a la vera de la carretera desde donde contemplo todo el valle y entro fácilmente en éxtasis místico. Por el camino me encuentro una pluma de cuervo y me la pongo en el pelo, considerándola un regalo del universo. ¿Alguien se podría imaginar que una mujer con alma india acabaría renaciendo en un valle que bien me recuerda aquel en el que masacraron a todo su clan? Pues así es. El 8 de abril fue el renacimiento por fin, si hemos de hacer caso a los signos astrológicos. Pasé unas semanas en las que me sentía encajada en el canal del parto, más o menos como el año pasado por estas mismas fechas, pero todo acaba llegando, con más o menos trabajo… Para los nativos norteamericanos las plumas que adornan la cabeza de los grandes hombres se entregan como reconocimiento a los desafíos superados y las hazañas conseguidas. Hoy me siento así, aunque aún quede un largo sendero por recorrer. |
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