Capítulo 2. Un sutil movimiento de sus ojos era suficiente para pasar las imágenes en el visor terrenal. Estaba cansado de verlas. Su corazón (ya se sabe, la energía pulsátil esa rara que tenía en el centro del pecho) se encogía hasta doler cada vez que las veía, y no podía creer que aquello fuera la realidad en lugar de una película gore de los años 70. Eran brutales. Y estaba ocurriendo ahora. En la era que llamaban «la más civilizada de la historia». Ja. De repente, Leuche percibió una tímida presencia a su espalda. Lo que era al principio simple curiosidad comenzó a convertirse en incredulidad, horror, deseos de huir, drenaje de energía… Cuando Tot se dio cuenta de que Leuche había captado su presencia hizo un vano intento por recuperar la compostura. —Pero ¿por qué te haces esto, Leuche? ¿No lo experimentaste ya en esa vida tuya de vaquero? ¿Para qué quieres torturarte con más imágenes de corderos degollados, pollos decapitados en línea, cerdos escaldados en agua hirviendo, caballos esclavizados en contra de su voluntad? ¿No sabes ya lo que ocurre ahí abajo? —Estoy estudiando al enemigo. Conociendo su forma de actuar sabré cómo luchar contra ellos… —Pero ¿tú estás seguro de querer hacer esto? —Ya me lo has preguntado una docena de veces. ¡Sí! ¡Quiero hacerlo! Es más, ayer incluso me acerqué a la Oficina de Reencarnación para hacer las primeras gestiones… Al oír estas palabras una leve reacción eléctrica sacudió el cuerpo etérico de Tot. Así que iba en serio la cosa… —¿Y? —Pues que tengo que esperar un poco porque ahora mismo no hay cupo. Con la sobrepoblación que sufre la Tierra, no cabe ya ni un alfiler. —¿Un poco? ¿Cuánto es un poco? —Una semana. Tot reprimió la exclamación que estuvo a punto de soltar. Hasta él, que no era guía espiritual, sabía que ese tiempo no era nada si querías planificar una encarnación en condiciones. Dio un fuerte suspiro y tomó asiento justo enfrente de su compañero.
—Veamos, alma cándida. Un par de consejos que te doy con total humildad y generosidad —dijo—. Uno. Ya sé que tú de planificar vas bastante corto, que en el tiempo que has estado trabajando en mi Departamento has llegado puntual menos veces de las que podría contar si aún tuviera una mano física como Dios manda. Pero si realmente quieres ayudar a tus queridos animalitos vas a tener que usar un poco la cabeza. Dos. Hasta yo me he dado cuenta de que el principal enemigo no está en los mataderos. Ver un millón de imágenes de carniceros despiezando vacas, matarifes aplicando pistolas de aturdimiento a cerdos que no paran quietos o granjeros cebando pollos hasta casi reventar y sacrificándolos a los dos meses no te va ayudar a encontrar una estrategia para ganar esta batalla. Es más, ver tantas imágenes violentas va a hacer que sufra tu alma y te va a desequilibrar la mente. Para ya, por lo que más quieras, que hasta a mí se me saltan las lágrimas… ¿Qué les hacen a esos pobres pollos? La voz de Tot, normalmente firme y vigorosa (aunque algo cavernosa y atemorizante a veces), se le había quebrado con las últimas palabras. Leuche, que aún miraba la pantalla semimaterial ignorando todo lo que había podido a Tot, tuvo que despegar sus ojos de ella para comprobar que lo que decía Tot era cierto. ¿Él afectado por la violencia hacia los animales? ¿Era posible que tuviese sentimientos al fin y al cabo? Tot volvió a recuperar la compostura. —¡No! No es lo que piensas —aseguró, aunque Leuche no le creyó—. Yo no soy un adolescente sensiblero a quien le dan pena los conejitos y los rechaza en su plato. —Yo tampoco lo soy. —Me da igual lo que tú seas, el caso es que si vas a bajar a la Tierra otra vez y quieres de verdad hacer algo, vas a necesitar una poderosa ayuda de Arriba… —Lo sé. Por eso tengo a Han. —Me refería a ayuda de verdad, no la de un inútil guía… —respondió Tot con tono de desdén. —Fui al Departamento de Protección de Almas Animales y me dijeron que no hacen ningún curso hasta el año que viene. ¡No puedo esperar tanto! —se quejó Leuche. Tot frunció el ceño, exasperado por la impaciencia de su amigo. —Tampoco me refería a ese tipo de ayuda… —¿Entonces? —He decidido que te voy a ayudar yo. Con formación a distancia… porque obviamente yo tampoco sé mucho del tema que nos ocupa y voy a tener que investigar un tiempo, pero en cuanto tenga las ideas claras yo te las envío telepáticamente —o me aparezco en un sueño, ya veré— y así tú vas tomando las decisiones que creas convenientes. Leuche se quedó callado unos minutos. ¿Quería Tot hacer sus primeras prácticas como guía espiritual? Él odiaba a los guías espirituales… ¿Lo decía solo para tranquilizarlo? ¿O era una excusa para no reencarnar junto a él? Tener a Tot en su cabeza todo el día en un cuerpo humano sería una experiencia nueva para él, eso estaba claro. Pero si sus intenciones no eran buenas y lo que pretendía era divertirse a su costa, entonces no podía aceptarlo. Iba a reencarnar por los animales, no por sí mismo. —No lo sé, Tot. Me lo tengo que pensar. Tot fingió decepción. Luego suspiró y se levantó casualmente, alejándose con lentitud del puesto de la biblioteca que había ocupado Leuche. —Bueno, yo te dejo ahí mi oferta. Tú decides. (Continuará...) Capítulo 4.
2 Comentarios
|
Archivos
Abril 2024
Categorías
Todo
|