Hoy ha sido otro de esos días en los que he vuelto a mi faceta de viróloga. Me puse a ver Milenio Live y fue agradable encontrarme a un par de colegas hablando sobre el Covid-19, uno de ellos veterinario y todo. ¡También existimos! Que eso no lo sabe mucha gente… También fue muy agradable escuchar decir al más joven de los dos, con una tesis doctoral aún recién sacada del horno (por lo que parecía), que él no podía predecir cuál iba a ser el comportamiento del virus en los próximos días, en relación al número de contagios y en qué momento alcanzaremos el tan esperado «pico de la curva». Tengo la impresión de que hoy en día la humanidad se piensa que ser científico es sinónimo de saberlo todo, todo, todo… porque claro, ya se han dado cuenta de que los curas mienten más que hablan, pero ahora tienen que encontrar a un sustituto que les dé todas las respuestas a esas preguntas que no les dejan dormir por las noches, y una de ellas, en estos momentos, es justamente esa: cuándo podrán salir de sus casas sin ese sentimiento de que van a volver a sus casas solo para palmarla entre estertores respiratorios a los pocos días. Y ponen su esperanza ciega en pobres humanos que se limitan a basar sus opiniones en datos, con frecuencia obtenidos de cualquier manera y posteriormente tergiversados para que coincidan con su hipótesis inicial. Pues para esos buscadores de vanas palabras tranquilizadoras, tengo una noticia: no, los científicos no lo saben todo, ni siquiera los virólogos, y mucho menos al inicio de una pandemia vírica que, sea artificial o no, puede comportarse como le dé la real gana. Así que por eso me gustó la respuesta de este especialista. Lo que no me gustó tanto fue todo lo demás. Es decir, el alarmismo que se deja traslucir tras las entrevistas e incluso los desprecios a formas de tratamiento no avaladas por supuestos organismos mundiales de la salud que viven gracias a las farmacéuticas. Ni tampoco me gustó la foto del Dr. Camacho trabajando en su laboratorio con mascarilla. Que vamos a ver, el Covid-19 puede ser todo lo nuevo que quieras y puede acojonar un rato, pero medidas de seguridad se han de tomar en todos los laboratorios y uno de análisis clínicos no es el de nivel 3 del CDC de Atlanta. Lo sacan como si fuera algo excepcional en una situación preapocalíptica, pero francamente, a estas alturas sigo pensando que no es para tanto, y dudo mucho que la sangre de un paciente sospechoso de tener coronavirus sea igual de contagiosa que la de un paciente con Ébola. Pero, claro, yo soy una de esas que piensan que la vida está sobrevalorada. También pienso que no es natural dar la espalda a la muerte tal y como ocurre en nuestra sociedad occidental. ¿Es una desgracia morir en tu casa por una neumonía fulminante causada —supuestamente— por un coronavirus? Yo creo que no. Es bastante peor morir solo en los pasillos de un hospital, con o sin respirador, por una neumonía fulminante causada —supuestamente— por un coronavirus. Pero eso la gente no lo comprende. No asume que la muerte es parte de la vida y que nos puede llegar en cualquier momento, y que si no es un coronavirus, será cualquier otro microorganismo que sea capaz de vencer a nuestro sistema inmunitario, normalmente ignorado y maltratado a causa de nuestros hábitos de vida. En mi opinión deberían temer más a las hamburguesas de vacuno del McDonald’s que dan todos los fines de semana a sus hijos que a cualquier microbio que comparta planeta con nosotros. Pero claro, es más fácil culpar al Estado de las desgracias personales que tomar decisiones responsables sobre nuestra salud. Es más fácil esconderte en tu casa y aceptar todas las medidas de contención de la Unidad Militar de Emergencias, aunque eso sea renunciar a tus derechos de libertad que unas cuantas décadas nos ha costado conseguir a los españoles, que exigir al Estado unas medidas transparentes sobre el contenido nutricional de los alimentos que compramos.
No sé si algo de lo que he escrito tiene algún sentido, pero no importa porque por algo soy una escritora desesperada que no sabe distinguir realidad de fantasía.
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