No puedo decirte por qué. Las horas pasan muy lentamente aquí en la cárcel. Otra vez me sirvieron ternera encebollada y se la tuve que tirar a la cara. Así que me metieron en una celda de aislamiento. Menos mal que solo fue durante doce horas. Luego puse una queja por escrito, porque no puede ser que los veganos no podamos hacer una dieta vegana aunque estemos entre barrotes. Sentí un escalofrío en la oscuridad, mientras esperaba a que me sacaran de allí. Un día saltaré el muro, no hay otra salida. Ojalá pudiera sentirme segura, pero ese lugar ya no existe para mí. Solo queda seguir adelante, pase lo que pase. Será la muerte la única que me detenga, como tantas otras veces antes. Solo la muerte. Cuando le quitas todo a un hombre deja de estar bajo tu poder.
Debería haber un himno dedicada a ella. Mírate en el espejo, él no puede contarte mentiras. Mírate en el espejo, si es que osas hacerlo. Por las noches me paso horas sin poder dormir, escuchando la lluvia en los cristales. Espero a que algo pase, pero nada pasa. Excepto que tu corazón empieza a hablar. Pero no quieres escucharlo. Nadie quiere escuchar. Todos quieren aprender a volar, pero nadie sabe cómo desplegar las alas. Y caen. Caen en el abismo. El virus de la estupidez humana ilimitada los destroza por dentro, pero ellos ni siquiera se enteran. Piensan que están vivos, pero están todos muertos, muertos y huecos.
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