Escribo esto hoy por varias razones:
Aclarado esto, reflexionemos por un minuto: ¿qué diablos le pasa a la gente? Hay muchas cosas que no logro entender en esta situación excepcional que estamos viviendo, pero lo que hoy ya me ha dejado estupefacta es ver que había desaparecido todo el cacao en polvo desgrasado sin azúcar del Mercadona. ¿Desde cuándo os interesa ese cacao, uno de los alimentos más preciados para una vegana saludable como yo? ¿No teníais suficiente con el azúcar marrón, también conocido como Cola Cao o Nesquik? ¿Para qué necesitáis cacao en una alerta sanitaria (porque ni siquiera se le puede llamar cuarentena)? ¿No sabéis que son otros polvos los que uno necesita para colocarse y/o evadirse de tanto sufrimiento? ¿O es que os vais a poner a decorar todas vuestras tartas con chocolate puro para morir de hiperglucemia o diabetes de aquí a un mes en vez de dejar que el coronavirus os mate en dos días? Un poco de por favor… ¡¡Dios!! Si no lo decía reventaba. [Vale, y ahora que me pongo a buscar fotos en el Google me sale que sí que es posible esnifar cacao... si es que esto es lo que pasa con las sobredosis de información... ¡Vaya! Ahora lo entiendo todo, ¿así que para eso queréis el cacao, malditos adictos?] Ahora me voy a poner más seria, que por algo soy viróloga también. Sí, la vida me ha hecho estudiar mucho, pero no para poder vivir de mi cerebro, parece… De dos clientes a la semana hemos pasado a cero clientes a la semana, lo cual no es del todo malo: esto nos hace tener siempre presente que cuando las cosas van mal, siempre pueden ir a peor. Pero no, no me voy a meter en el sentimiento de frustración y desesperanza que eso me produce —más que nada porque acabo de borrar un párrafo entero que empezaba a darme ganas de llorar— sino porque soy muy consciente de que ahora mismo mis problemas económicos no son nada comparados con los problemas de otras personas. Reconozco que los médicos nunca me han caído muy bien en general, quizá porque todos querían convertirme en una cuando yo lo único que quería era curar animales no humanos. Sin embargo, hay médicos excepcionales que siempre tendrán toda mi admiración. Este sentimiento de hermandad no viene porque sean médicos, sino porque son soldados, y todo el que ha sido soldado sabe que estar en el frente es lo más jodido que existe en este mundo. Casi diría que un soldado reconoce a otro cuando lo ve, aunque sea de manera inconsciente, porque las emociones y el síndrome de estrés postraumático están ahí y son perfectamente reconocibles para el que sabe mirar. Y mientras hay gente que solo se preocupa de tener la despensa llena y los armarios del cuarto de baño hasta rebosar de papel de limpiarse el culo, hay otros que se dejan la sangre, algún miembro y hasta la vida luchando por desconocidos. Hay otros que pierden familiares y hermanos de armas en el camino sembrado de granadas antipersona. Esos otros son los que tienen lo que hace falta para mirar a la muerte a los ojos y luchar contra ella con todas sus fuerzas, mientras el cobarde de turno se queja al salir del trabajo por tener que meterse en su casa (en el calor y el cariño de sus casas) durante una semana entera o pregunta al vigilante quién es el positivo, no sea que se haya contagiado en la reunión. Quizá esté ya pensando en marcar al enfermo como si un apestado en la Edad Media se tratase, para huir de él, para huir del peligroso coronavirus, sin ni siquiera darse cuenta de que la Muerte está ya pisándole los talones, atraído por las gotas de grasa que corren por sus venas o ese hígado maltratado a consecuencia de unos pobres hábitos alimentarios. Esos otros, en muchos casos, jamás recibirán reconocimiento alguno. A sus familiares no les entregarán a título póstumo placas de honor para ser colocadas sobre sus tumbas, ni serán condecorados por los servicios prestados a una patria que siempre se olvida de ellos pero luego espera obediencia y sumisión. No es nuevo el antagonismo existente entre política y trincheras. Supongo que esto forma parte de todas las sociedades humanas y así seguirá siendo por toda la eternidad (es decir, mientras quede alguien para contarlo). Por alguna razón parece que los valientes siempre acaban en las trincheras y los cobardes en la política, salvo honrosas excepciones que seguro que las habrá, por ejemplo si eres parlamentario y marino a la vez, algo que solía pasar en otras épocas que conozco bastante bien… Pero volvamos al presente. Muchos dicen que esto es lo que necesitábamos para que mucha gente despierte y se dé cuenta de que deben cambiar si queremos un mundo mejor. Yo difiero. Puede que solo sea la edad, pero cada vez me parezco más a mi pareja: según él siempre fue realista, no pesimista. Yo, después de ver la rapidez con la que desaparecen las bandejas de carne de los supermercados cuando ni siquiera estamos en tiempos de escasez, he perdido la poca fe que tenía en la humanidad. Nadie se va a hacer menos egoísta por tener que permanecer en sus casas fulminando la conexión a internet, totalmente absortos, en la comodidad de sus sofás, sin pensar ni un solo segundo que a causa de sus decisiones sin sentido aún más animales no humanos van a morir en los mataderos. Ni siquiera son capaces de pensar en esa abuelita que quizá se quede sin algún producto básico por la necesidad de acaparar de los cobardes egoístas. Hoy se ponen mascarillas y guantes por temor de contagiarse a sí mismos, no por precaución de no contagiar a los demás. Mañana, en cuanto acabe la alerta sanitaria y todos nos hayamos olvidado de este virus, todos volverán a toquetear la fruta sin guantes igual que hacen siempre que nadie los vigila, como estoy cansada de ver día tras día tras día… No creo que el egoísmo humano tenga cura. Lo que necesita es una extirpación completa, pero está demasiado extendido en el cuerpo. El tratamiento que yo sugiero es la decapitación. En eso siempre he sido como la Reina de Corazones, como saben los que me conocen bien. No. Lo único que te cambia es estar en las trincheras. Morir en ellas, solo y olvidado. Arrojado por la borda, convertido en comida para peces. Pero esto solo lo saben los compañeros de armas. Los que, a pesar de todo, vuelven a por ti. BROTHERS IN ARMS
These mist covered mountains Are a home now for me But my home is the lowlands And always will be Some day you'll return to Your valleys and your farms And you'll no longer burn To be brothers in arms Through these fields of destruction Baptisms of fire I've witnessed your suffering As the battle raged high And though they did hurt me so bad In the fear and alarm You did not desert me My brothers in arms There's so many different worlds So many different suns And we have just one world But we live in different ones Now the sun's gone to hell And the moon's riding high Let me bid you farewell Every man has to die But it's written in the starlight And every line in your palm We're fools to make war On our brothers in arms
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