Creo que muy pocos saben que empuñar un cuchillo y ponerte a cortar verduras sobre una tabla de madera da mucho juego a efectos meditativos, posiblemente porque no tienen ni idea de en qué consiste la meditación, pero bueno, esa es otra historia, ahora tienen todo el tiempo para averiguarlo… El caso es que mientras me preparaba el pisto hace escasamente una hora, me puse a pensar en la conversación sobre la muerte que tuve con mi socia ayer. Sí, la muerte está siempre en mi cabeza, haya o no pandemia, solo que para no cansar no estoy todos los días hablando de ella. Mi socia y yo nos preguntábamos por qué nosotras vemos la muerte de forma tan distinta. En vez de asustarnos y poner el grito en el cielo, lo único que nos causa es aburrimiento e indiferencia. Algo así como: «Oye, pero a estos, ¿qué diablos les pasa con la muerte?» No siempre fue así, eso también lo reconozco... A partir de este punto hablo solo por mí, que si meten a alguien en el manicomio, mejor que sea a la socia más prescindible de la empresa para que la única clínica veterinaria y vegana que existe en el país siga funcionando, al menos hasta julio, que es lo previsto tal y como van las cosas (van como el culo, para ser descriptivos). Bueno, yo creo que el hecho de ser sanitario ya influye bastante en la relación que mantienes con la muerte. Err… sí, los veterinarios somos sanitarios. En los hospitales veterinarios existen prácticamente los mismos equipos e instrumental que en un hospital para humanos, solo que todo se adapta a la especie y al tamaño del individuo. Sí, sabemos cómo funcionan los sueros, los electrocardiógrafos, las ecografías, las extracciones de sangre y su posterior manipulación, los catéteres intravenosos… sabemos lo que es un pulmón con neumonía, un hígado con cirrosis, hacemos autopsias, analizamos muestras con microscopios… algunos hasta saben interpretar TACs y resonancias magnéticas. Por resumir mucho, somos como enfermeras y médicos a la vez, que se dice pronto. Aclaro todo esto porque por lo visto, nadie sabe muy bien a qué nos dedicamos los veterinarios clínicos, aparte de a poner vacunas y recomendar antiparasitarios. Todo el mundo en general y nuestros amigos y familiares en particular se nos quedan mirando incrédulos cuando hacen una pregunta al aire en una habitación de un hospital y nosotras les contestamos explicándoles con todo lujo de detalles cómo funcionan esos aparatitos tan raros… para luego ignorarnos como si no hubiéramos dicho nada, porque total, un gato no puede ser lo mismo que un humano, qué me estáis contando… Gajes del oficio (y consecuencias del antropocentrismo). Tal vez eso explique por qué luego todos piensan que cobramos caro. A lo que iba. Ser sanitario te pone en contacto directo con la muerte. Muchas veces me he preguntado, hablando sobre la muerte en algunos foros, si la gente es consciente que posiblemente, en ese grupo, yo soy la única que ha matado a alguien. Sí, eutanasia, lo llaman, pero viene a ser lo mismo, aunque la causa última sea facilitar el tránsito y no quitarle la vida a alguien por cualquier otra razón. Diría que ni se les pasa por la cabeza. Aunque, bueno, supongo que tampoco se les pasa por la cabeza que comerse un filete de ternera implica el hecho de que otra persona tuvo que asesinar también a alguien… Quizá todo se deba al hecho de que, en general, nadie quiere pensar en la muerte.
Nuestro fin último como sanitarios es luchar contra la muerte, o eso afirman los que desean darle un aire romántico a nuestra profesión. Yo soy más realista —y también mucho menos materialista—, por eso más bien diría que nuestro fin último es conservar la vida el máximo tiempo posible y en las mejores condiciones posibles. La muerte es solo un paso inevitable que llegará cuando cada uno quiera. Sí, la muerte solo llega cuando uno quiere, al menos cuando estamos hablando de enfermedades. Es como Gandalf cuando dice aquello de: «Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone». Aparte de esto, nos acostumbramos a convivir con la muerte desde que entramos en la facultad: bichos muertos o bichos que matar para diseccionar, cadáveres de perros en la piscina de formol para estudiar anatomía, visitas a mataderos, huesos por todas partes, carteles de tauromaquia en la cafetería… Lo que es curioso es que mucha gente también convive con la muerte (animal) todos los días de su vida y hasta le parece algo divertido (como todos esos que se dedican a fotos de asados en grupos veganos de Facebook), pero luego se caga por la pata abajo cuando le toca a un familiar o a un amigo cercano. Y algunos hasta ponen carteles intimidatorios a su vecina cajera de un supermercado para que se vaya del edificio antes de propagar la muerte por doquier. Y esto también está pasando con personal sanitario. Que ya hay que ser ignorante… o eso, o que están infectados con el virus de la estupidez humana ilimitada, que es lo más probable. Dije al principio que a nosotras la muerte nos causa aburrimiento e indiferencia. Bueno, quizá he exagerado un poco. Más bien te lo tomas como algo natural, porque lo es. Ya se sabe: no puede haber luz sin oscuridad, ni bondad sin maldad, ni negro sin blanco, ni vida sin mu… ¡no, eso no! Ya están todos lloriqueando. Sí, la muerte forma parte de la vida, acéptalo de una vez. Eso no significa que dejes de valorar la vida, sino que dejas de tenerle miedo. A la muerte, pero también a la vida… Y una vez que has vencido ese miedo, ya pueden venir todos los coronavirus mutantes imaginarios o recreados en un laboratorio por una mente malvada, que a ti eso te importa un comino. Y lo he escrito de forma elegante, que conste. Yo vengo de donde vengo, eso es también verdad. Ya podría escribir una docena de novelas sobre mi origen, que todo el mundo se pensaría que es ficción, pero esa es una de mi armas secretas y lo seguirá siendo por mucho tiempo. Supongo que no soy la única del planeta, pero tener certezas en lugar de creencias también ayuda mucho a mantener la serenidad en tiempos tan extraños como estos que estamos viviendo. Total, no hay nada nuevo bajo el sol, y la tierra está llena de fosas comunes sobre las que pisamos día sí y día también sin ni siquiera preocuparnos. Así que, si os preocupa la muerte, que al menos sea la de todos y no solo la vuestra propia o la de vuestros seres queridos. Eso no es otra cosa que puro egoísmo y pura hipocresía.
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Archivos
Abril 2024
Categorías
Todo
|