«¡Ánimo, que queda poco!» Dicen los ingenuos por ahí… No, amigos, aún no os habéis enterado de qué va esto. Este es el capítulo 1 de la distopía del siglo XXI que han creado para nosotros. Cuando decidan que la falsa pandemia ya no hay quien la sostenga por ningún lado, las curvas esas que representan falsos números de muertos empezarán a descender mágicamente, gracias a las nuevas directrices de la OMS (Organización Mata Sanos) para contabilizar quién está infectado, quién enfermo y quién es un cadáver con o por coronavirus o por la madre que le parió. Los gobiernos nos harán creer que el peligro ya pasó, aunque seguiremos teniendo en el ambiente los mismos millones de virus, bacterias, hongos y otros microorganismos que ya teníamos antes, además de muchas partículas contaminantes y ondas de todo tipo cuya existencia no quieren que conozcamos porque son las que producen enfermedad y muertes de verdad. Pero lo importante es que nosotros creeremos que el peligro ya pasó y que ahora tenemos que seguir trabajando, dando gracias a Dios, a Buda o al universo —según las creencias de cada uno— de seguir vivos. Lo haremos doblemente empobrecidos y asustados de cojones, pero lo haremos porque no tenemos más remedio que alimentar a nuestras familias con algo. Y estaremos tan felices por la vuelta a la (infra)normalidad, que nos dedicaremos a celebrarlo con rondas infinitas de cerveza, comilonas en los restaurantes donde abundarán los productos animales (por supuesto) y viendo partidos de fútbol, ya sea en los estadios o en nuestras casas. Y muchos hasta harán cola para ponerse la vacuna contra el peligroso Covid-19, vacuna que no necesitan porque es muy probable que ya estén inmunizados naturalmente. Tal vez lo de hacer cola en el supermercado era para entrenarnos y que no protestemos tanto cuando hagamos cola —felices y contentos— en los centros de salud. Otros habrán encontrado un nuevo oficio: el de espiar a los vecinos y pasar a la policía un informe completo de sus movimientos y las veces que habló en contra del gobierno o se atrevió a saltarse una norma ridícula de convivencia. Me consta que hay muchas voces disidentes, muchas personas haciéndose preguntas y buscando la Verdad, pero es difícil discernir entre tanto ruido dónde está la información veraz. Ojalá pudiera decir que vamos a aprovechar esta oportunidad para despertar de una vez, pero me temo que la gran mayoría de la sociedad es como esas ovejas del vídeo del pastor francés: tienen miedo y son fácilmente manipulables. Y las ovejas negras, las resistentes al virus de la estupidez humana ilimitada, somos tan pocas y tenemos tan poca capacidad de contagio que moriremos degolladas delante de las otras para que a nadie se le ocurra levantar una voz en contra nunca más.
Qué le vamos a hacer, ese ha sido ya mi destino en contadas ocasiones. La putada es que luego siempre vuelvo con genes de oveja negra. ¿O no serán los genes? Bueno, en todo caso: ¡Ánimo! Que de esta saldremos muertos igualmente, solo que más adelante en el tiempo y quizá por una enfermedad mucho más jodida… Tal vez hasta seamos testigos de cómo un meteorito provoca el mayor tsunami de la historia o de cómo el cambio climático convierte en desierto a media España. Aunque si me dan a elegir, yo prefiero desarrollar branquias como los de «Waterworld». Eso sí que molaría.
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Archivos
Abril 2024
Categorías
Todo
|