Hoy me tocaba acudir a la clínica, así que allí me encaminé, tratando de sonreír a los temerarios que me encontraba por la carretera o paseando por las aceras, seguramente trabajadores autónomos como yo, arriesgando sus vidas para sacar al país adelante. En el decreto del gobierno se dejaba bastante claro que necesitan de nuestro dinero para que los asalariados puedan permanecer en sus casas en este simulacro de pandemia, así que por eso los autónomos no obligados a cerrar nuestros negocios nos sacrificamos por el bien común. Con un par. Y además hasta encontramos tiempo para entretener a la población escribiendo más de lo que he escrito en toda mi vida. Creo que cuando me muera deberían dedicarme otro monumento. Al llegar vi que la responsable de la limpieza de nuestra manzana también estaba trabajando, al pie del cañón, con su uniforme y su carrito pero sin protección especial de ningún tipo. Desconozco su nombre, y aunque debe de conocerme ya de vista, jamás nos saludamos. Abro la puerta de mi negocio y me pongo a preparar los trocitos de papel higiénico reciclado que venderé hoy a todo aquel que me lo encarge por vías extraoficiales (por vía oficial jamás lo hagáis, por Dios no, que no queremos que nos pillen). Y mientras estaba ahí cortando con sumo cuidado los trozos de tan preciado material, ¡zas!, palma de la mano a la frente, me he dejado la comida en casa... Claro, eso me ha pasado porque salí cargada con la bolsa de basura, dos o tres de reciclaje de plástico, y la de tela con el papel y el vidrio, porque a pesar de la situación preapocalíptica una sigue pensando en las generaciones futuras y quiere que tengan un mundo con la contaminación justa (y vegano, por supuesto), segunda razón por la que deberían ponerme otro monumento cuando me muera... pero en fin, no puedo hacerme ilusiones cuando al ritmo que vamos lo más seguro es que acabe desintegrada por una bomba nuclear y a nadie le importará. Total, que por mi alarde de generosidad hoy voy a empezar a sentir lo que es el hambre en estados de emergencia: voy a comer a las 16:30 en vez de a las 15 horas como es habitual (más que nada porque no pienso ir a un supermercado con las colas ridículas que hay que hacer solo para comprarme una ensalada envasada, que encima vendrá con trozos de pollo muerto o con azúcar, además de alguna proteína estructural de coronavirus). Mientras estaba trabajando con estas profundas reflexiones en mi cabeza, tuve una idea. Corrí a la puerta y la abrí esperando que la limpiadora aún no hubiera desaparecido en uno de los portales. Tuve suerte: ahí estaba aún, hablando con la señora que siempre saca al perro a la misma hora. Esperé a que la señora se fuera (otra temeraria arriesgando su vida por su perro, si es que la heroicidad de algunas personas me trae lagrimitas a los ojos), y entonces la llamé desde mi puerta. Cuando me miró le hice un gesto con mi mano para que se acercara, pero cuando estuvo a un metro de distancia le hice otro gesto para que se parara. Hay que mantener las distancias con esto de la epidemia, eso por supuesto.
—Quiero que sepas que me enorgullezco de tener compatriotas como tú, que se juegan el tipo limpiando las calles con lejía para librarnos de este virus mortal. Creo que frunció el ceño como si no me hubiese entendido bien. —¿Mande? Qué va... es que la empresa me obliga a trabajar porque piensan que soy esencial para evitar el contagio... ya me podrían subir el sueldo si soy tan esencial. Pero gracias de todas formas. —Gracias a ti por mantener siempre mi fachada limpia, a pesar de las meadas de los perros que se acercan. No sé si lo hacen por venganza o por tener unos guarros como cuidadores. —Yo diría lo segundo. —Sí, yo también. Oye, ¿cómo te llamas? Siempre nos cruzamos pero siempre nos ignoramos... como volveremos a hacer en cuanto acabe la pandemia, pero bueno, mientras... —Me llamo Carolina. ¿Por qué quieres saberlo? —Porque quiero que formes parte de mi resistencia. Veo que eres una persona despierta y sagaz. —Uy, sagaz... qué va, no mucho, aunque sí te puedo decir que me conozco todos los cotilleos de estas tres escaleras y parte de los del bloque de enfrente. —Pues a eso me refería, mujer... Ya no existen casi los porteros de comunidades, como en mis tiempos, yo creo que el mío hasta se leía mi correspondencia antes de echarla al buzón, pero por fortuna aún os tenemos a vosotras. El CNI estará reclutando a muchas de vosotras ahora, para averiguar si los vecinos organizan reuniones secretas en los descansillos y en los trasteros. El empujón que recibí de Carolina hizo que me metiera en la clínica sin posibilidad de defenderme. El detector de movimiento emitió su odioso pitido al pasar mi cuerpo y después el de ella, y mientras yo recuperaba el equilibrio, ella cerró la puerta y me instó a guardar silencio. —¡Sssshhhh! ¿No ves que nadie puede saber a qué me dedico realmente? Sonreí. —Ya sabía que tu inteligencia era superior a la normal. Sabes que no hay que llevar mascarilla a no ser que tengas síntomas o tengas sospecha de estar contagiada. —Eso es, soy de las pocas que lo ha entendido a la perfección. Pero estoy pensando si debería llevarla... para disimular. Tú has sabido que no estoy infectada. —Pero eso no me lo dice la mascarilla, sino tus palabras y tu comportamiento. He estado observándote durante mucho tiempo... los seis meses que llevamos con la clínica abierta, para ser exactos. —¿Y? —Quiero que formes parte de mi resistencia. —¿Resistencia? —Sí. ¿No veías la serie "V"? ¿La de los lagartos alienígenas que invadían la Tierra y querían matarnos a todos? —No me suena, pero la buscaré en Netflix. —Pues eso. Quiero que te hagas un miembro de la resistencia. Ya he empezado a organizarla. —¿Y cómo vamos a luchar contra este Covid-19? —¿Covid-19? —El coronavirus este. —Que no, yo me refería a un virus mucho más peligroso y letal. —¿Cómo? ¿Hay virus más peligrosos y letales que el Covid-19? —Creía que ya lo conocías: es el virus de la estupidez humana ilimitada, y no sé si tú eres inmune, pero apuntas maneras... —aunque empezaba a pensar que tal vez me había equivocado. —Voy a estudiarlo. —Eso. Estúdialo. Aparte de "V" te recomiendo que también veas la película "Cube". De hecho, esta la deberían ver todos los que se han encerrado en sus casas, quizá así no vuelvan a salir y entonces el mundo se recuperará sí o sí, porque solo quedaremos las personas inteligentes inmunes al virus. ¿A que mola mi plan?
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