Esto se empieza a hacer un poco cuesta arriba, pero no por el confinamiento en sí ni la sensación irreal de fin inminente que nos quieren trasladar desde todos los medios de comunicación (yo los ignoro todos), sino porque se están multiplicando las gilipolleces inventadas por humanos en redes sociales, y va a ser necesario desconectarse también de internet. De hecho, he decidido escribir esto por la mañana para publicarlo y después olvidarme del Facebook y la madre que lo parió. No del ordenador, porque lo necesito para escribir y tengo aún mucho trabajo que hacer, que si no, lo tiraba también por la ventana. Esta mañana soñé que un pseudovegano me secuestraba poniéndome un paño imbuido de cloroformo en la boca. Cuando despertaba estaba en un piso bastante cutre y descuidado, en una habitación ocupada prácticamente al cien por cien por un sofá bajito y muy grande que hacía forma de U. Parecía tapizado en terciopelo rojo pero tenía muchas manchas sospechosas de actividad sexual. Entonces miraba al pseudovegano y me daba mucho asco ver lo que estaba haciendo allí mismo delante de mí, que prefiero no describirlo. Y más adelante en el sueño descubría a un compañero activista que se había cambiado inesperadamente de bando. Me sorprendía verlo por allí, aunque tampoco es que tuviera sentimientos fuertes de traición o algo similar. No, no es nadie que conozca en la vida real, por si alguien se lo estaba preguntando. El sueño siguió y siguió, tomando otros derroteros, y al final me desperté. No conseguí averiguar por qué me tenían secuestrada, pero luego pensándolo mientras desayunaba supuse que sería porque soy muy valiosa y querrían sacar algún beneficio económico de mi secuestro. Francamente, no sé quién pagaría por mi rescate, pero bueno, quizá no se trate de dinero sino de algo más preciado por algunas personas. Quizá querían secuestrar mis ideas, utilizar mi experiencia y mi conocimiento. Quién sabe. Después me dispuse a navegar un poco y la sensación nauseabunda que había tenido con la primera parte del sueño se reprodujo en mi estómago. Muchos compartiendo memes absurdos de veganismo, otros desinformando sobre el coronavirus, todo el mundo acojonado por nada… también encontré un par de perlas que convenía atesorar, eso está bien pero que muy bien, pero en general todo se resume en ser testigo pasivo del hundimiento merecido de la humanidad.
¿Qué el coronavirus se transmite por el humo del tabaco? TODOS LOS PUTOS VIRUS RESPIRATORIOS se transmiten por el humo del tabaco. Por el humo del tabaco y por cualquier otra partícula contaminante que haya en el ambiente, y por las gotitas de agua, los llamados aerosoles, y por las gotitas de saliva que todos expulsamos al hablar… depende del virus, pero así es en general. En serio, ¿nadie veía la serie Érase una vez la vida? ¿Nadie fue a clases de biología? Parecemos niños de cuatro años asustados por un padre ignorante que nos dice que los monstruos salen del armario o de debajo de la cama. Reconozco que me gustaría escribir cosas más espirituales, como algunos compañeros están haciendo por ahí. Los que me conocen bien saben que mi lado espiritual es inmenso pero esa parte de mí la lleva mi otro yo, la que escribe con pseudónimo y ha escrito otros tantos libros y otros tantos blogs inexistentes para los que no me conocen tan bien y tienen una imagen posiblemente equivocada de quién soy y de dónde vengo. Pero escribiendo sobre esta alerta sanitaria no me sale ese lado espiritual. No me sale y punto. Me sale mi parte más terrenal, la cabreada y la frustrada, la que desearía pasar a todos con el filo de una espada para librar al mundo de tanta gilipollez. Llevo muchos años gritando sin ser escuchada. Ya me acostumbré a eso. Y ahora podría decir que me gustaría gritar aún más fuerte para detener toda esta mierda, pero la verdad es que ya me da igual. Lo ideal ahora no sería detener la guerra, sino dejar que se maten entre ellos y nos dejen en paz a los demás. Es imposible traer un poco de sentido común a aquellos que son tan fácilmente manipulables y son incapaces de pensar por sí mismos, sin dejarse arrastrar por la insensatez de lo que vemos y escuchamos a diario. Hoy más que nunca me siento como un astronauta orbitando la Tierra, observando cómo se viene todo abajo, cómo el caos y la destrucción asolan este pequeño planeta azul. Y hasta disfruto un poco.
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