Sin novedad en el frente. Hoy he vuelto a la tranquilidad, como en la canción de Arena que acabo de escuchar. He vuelto a la paz mental y a la calma espiritual. No me altera para nada que todo el mundo parezca estar volviéndose loco allá fuera, allá ellos, que aquí todos somos ya mayorcitos... No, no me he metido nada, excepto unas fresas con nata (de coco, por supuesto) que siempre me vuelven a reconciliar con la humanidad. Siempre que lo hago recuerdo a Samsagaz en medio de Mordor, cuando las cosas se han puesto chungas de verdad y para consolarse él recuerda con nostalgia las fresas que llegan con la primavera. Esa siempre fue para mí una de las escenas más emotivas de las tres películas de El Señor de los Anillos. OBLIVIOUS TO THE NIGHT Please don't take things as personal If I'm critical of what you write It's merely my opinion, and mine alone And not bond out of spite Tranquil’s a place among my books A harbor of stories and truth I could spend my days in this literary nest Secure in the life that I choose Sanctuary is a place among letters A landscape of fiction and fact There is safety here in my castle of words There is nothing I want or I need or I lack Escribo, escucho música, cocino, vuelvo a escribir, hablo con mis familiares por teléfono… Lo de todos los días, vamos. Hoy me sorprendió mi padre dándome toda una lección de virología, recordándome que uno de los remedios de la abuela más eficaces para eliminar virus es aspirar vapor de agua por las fosas nasales, porque el virus se muere a más de 52º C de temperatura y así limpias tus mucosas. Yo no le interrumpí para nada, por si le hacía ilusión contarme algo que para mí es una de las cosas más básicas si pensamos en el aparato respiratorio. Sí, en la clínica, a veces (si has podido invertir en equipos, que a nosotros la Sanidad Pública no nos regala nada), hasta utilizamos nebulizadores, para los casos graves de asma o bronquitis. Según lo que me cuenta mi socia, no sé si esto pasa con el resto de profesiones, pero entre los veterinarios es común que ni tus propios padres sepan qué has estudiado. Como el resto de la población, se deben de pensar que nosotros curamos animales no humanos con artes completamente distintas a las de los médicos, y por tanto no tenemos ni idea de cómo se transmiten los agentes infecciosos ni cómo los tratamos. Tampoco tenemos ni idea de fisiología, anatomía, farmacología ni cirugía. Ya les puedes explicar hasta con un diagrama chulísimo en qué consiste una hernia diafragmática que te van a mirar como pensando: «¿Pero lo tuyo no era hacer mimitos a los cachorritos?» En eso los veterinarios estamos muy infravalorados, eso es cierto. Es imposible convencer a nadie de que nuestro conocimiento supera con creces el de cualquier médico generalista, ya que nosotros, solo por ser veterinarios, ya nos ocupamos al menos de conocer las diferencias entre varias especies, mientras que ellos solo se ocupan de una. Ni se puede imaginar la gente lo que simplifica eso las cosas. Supongo que todo es producto del antropocentrismo que nos rodea por doquier. Quién iba a imaginar que para salvar las vidas de no humanos utilizamos prácticamente los mismos medicamentos y las mismas técnicas que en humanos. Pero ya dejo de hablar de esto que hasta yo me estoy empezando a aburrir… Ha sido una semana de lo más extraña. Después de muchos años sin tener que hacerlo, me tocó eutanasiar a un perrillo de 18 años. No hizo falta ayudarlo mucho en la transición porque venía prácticamente agonizando. No quise ni cobrar a su cuidador pero él me dijo que era mi trabajo y que claro que me iba a pagar. Es curioso cómo cambian las cosas. Una vez, hace muchos años, cuando un chico me vino protestando porque 30 euros le parecían caros para una eutanasia, «que era poner una inyección y ya está», yo le contesté: «A mí ningún precio me parecerá demasiado caro por matar a alguien». Y esto en la época en la que yo no era ni vegana. Tampoco era mi propia jefa y me podían echar por decir algo así a un cliente (de hecho sospecho que en uno de esos trabajos me largaron por enfrentarme a un cazador que venía faltando el respeto, yo nunca he entendido en qué consiste eso de tener mano izquierda). Bueno, el caso era completamente distinto, pero esta vez sí que sentí que estaba realizando un buen servicio por alguien: por el pequeño Boby, primero, que venía incluso con claros signos de dolor; pero también por su cuidador, que en esos momentos realmente necesitaba de un veterinario. Esto, cuando estás en medio de una situación de alarma como esta y te estás preguntando si tu trabajo es realmente necesario o si deberías cerrar las puertas, te hace reflexionar y valorar de otra manera tu trabajo. También me hace pensar en todos esos veterinarios que aún no se han enterado al servicio de quién están. Muchos se han convertido en esclavos de la industria farmacéutica, como les pasa a muchos médicos. Muchos se han dado al marketing y han olvidado a sus pacientes. Centran todos sus esfuerzos en crear necesidades irreales en la mente de los que poseen a esos animales no humanos que vienen a nuestras clínicas. Y no se han dado cuenta de que los veterinarios estamos aquí para ayudar a los más vulnerables, a esos seres tan indefensos y dependientes de nosotros, a lo que han llegado a consecuencia de la domesticación. Sus vidas por lo general no valen nada. No importan a nadie. En medio de una pandemia muchos aún piensan en un perro como un instrumento que les permitirá dar un paseo diario. Muchos propietarios se preocuparán ahora mucho más en sus hijos o en sus mayores, y al perro o al gato que le den. Esto lo sabemos muy bien los veterinarios. Pasa constantemente cuando la mujer se queda embarazada. Y sin embargo, seguimos pensando en los humanos más que en nuestros verdaderos pacientes. Empecé hablando de El Señor de los Anillos y voy a acabar hablando de la misma película. Después de atender a Boby me di cuenta de que los veterinarios deberíamos ser como el Rey Elessar el día de su coronación, cuando les dice a los cuatro hobbits que ellos no deben inclinarse ante nadie y es él el que se arrodilla frente a ellos. Los veterinarios deberíamos estar orgullosos de estar junto a nuestros pacientes en los momentos más difíciles, en vez de seguir viéndolos como bienes muebles semovientes. Deberíamos estar orgullosos de servirles, no solo a perros y gatos, sino también al resto de animales no humanos. Y respetarlos de verdad, no explotándolos. Ojalá un día recuperen el lugar que deberían tener en la realidad tan nefasta que hemos construido.
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