Empecé este diario y después me olvidé de él, absorbida por la distopía en la que seguimos inmersos. Pero se acerca fin de año y todo se sigue revolviendo en mi interior, en especial al ver la despiadada campaña de vacunación orquestada por nuestro gobierno, que da risa y miedo al mismo tiempo. Hoy me he enterado de que la habitual Nochevieja televisada en todo el país, este año se convertirá en la actuación de Nacho Cano en una Puerta del Sol vacía, en memoria de las víctimas de la Covid. No tienen vergüenza. Se siguen descojonando de nosotros, siguen montando su circo cada vez con más payasos famosetes que aceptan lo que sea que les pagan, vendiendo su alma al diablo, como Jesús Calleja, otro vendido a la altura de Iker Jiménez. Y lo peor es que la mayoría de Covidianos siguen creyéndose la farsa. Llega un momento que ya no sabes si tener compasión por ellos o animarlos a que se pongan la vacuna y nos libren de tanta estupidez. Esta última frase ya forma parte de mi pensamiento cotidiano. Es en honor a Gandalf, cuando le dice a Pippin que se tire por el pozo cuando ha advertido varias veces a los miembros de la Compañía que no deben perturbar a los moradores de las profundidades de Moria, y a Pippin no se le ocurre otra cosa que ponerse a tirar piedrecitas por ese pozo, en la tumba de Balin. Bueno, la analogía está bien, excepto por el hecho de que Pippin es mucho más inteligente que la mayoría de Covidianos que nos rodean. También me ha dado por llamarlos así, porque parecen miembros de una secta que se creen todo lo que sale en televisión y no se molestan en investigar por su cuenta. Algunos incluso llegan a nombrar a la Ciencia, así en mayúsculas, porque ya la han convertido en su nuevo Dios y piensan que lo que se publica en una revista científica «de prestigio» ya es como si estuviera escrito sobre las tablas de Moisés. Es palabra de Dios y por tanto irrefutable. Los que nos salimos del rebaño (nunca mejor dicho) somos herejes y merecemos ser quemados en la hoguera, ahora más que nunca, por dudar de que un virus letal esté por ahí matando a gente. Les enseñas las cifras oficiales del Ministerio de Sanidad y siguen defendiendo lo indefendible, quizá es que creen en la multiplicación de los muertos igual que creen en la multiplicación del pan y de los peces, como si de un milagro se tratara. O quizá solo sea porque lo dice Newtral o Maldito Bulo, las agencias antiherejes que el propio Gates ya planeó crear en el evento 201. Cuanto más escribo del tema, más surrealista parece todo. Pero así es el mundo distópico en el que me veo inmersa ahora mismo. Me gustaría tener esperanza, y la recupero cuando escucho a algunos miembros de la Resistencia. Pero por otra parte la Navidad siempre ha sido un periodo duro para mí, por cuestiones personales, y es difícil mantener esa esperanza cuando ves a esa mayoría Covidiana o Covidiota comportándose como zombis un año más, comprando como si no hubiera un mañana en todos los centros comerciales, ahora con sus inmundas mascarillas, increpándote si te acercas más de metro y medio. Es entonces cuando te das cuenta de por qué les ha funcionado tan bien el plan a las élites globalistas. La población ya llevaba años zombificada, llevaban años comportándose de este modo cada vez que llegaba la Navidad. Las élites ya sabían que el momento estaba maduro para comenzar la mayor farsa de toda la historia de la humanidad. Los que somos raros, los que jamás nos adaptamos a una sociedad cada vez más podrida, ya nos dábamos cuenta de ello. Y esto solo ha sido un paso más en el plan de dominación y control absoluto. Si la gente no despierta y reacciona, seguirán avanzando inexorablemente. Y la verdad, eso es lo que me da miedo.
Tengo la impresión de que esta Navidad es solo la primera de un largo periodo de oscuridad que se avecina. Nos incitan a celebrar la llegada de unas vacunas que prometen ser la salvación de la humanidad, amenazada por un virus inexistente. Pero en realidad estamos celebrando la muerte, y la mayoría ni siquiera se da cuenta, o lo que es peor, no quiere verlo. Se dice que esas élites globalistas adoran a Satán. Si eso es verdad, ahora deben de estar disfrutando viendo cómo esos Covidianos celebran el Nuevo Año como si nada, ignorando el gerontocidio cometido en 2020 en las residencias, ignorando el sufrimiento diario de los niños en los colegios, ignorando que en esas vacunas están inyectando más muerte y que poco a poco irán cumpliendo su plan de disminución de la población. Deberíamos estar en medio de una revolución sangrienta, deberíamos estar saliendo de la hipnosis colectiva y negarnos a participar en más farsas como la de la Navidad, hace años convertida en una orgía consumista vacía de todo sentido religioso. Pero aquí nos encontramos, adorando al globalismo, dando la bienvenida a un mundo en el que lo normal será que nos pidan una cartilla de vacunación para poder trabajar o comer. Ese es nuestro futuro. Pero qué más da… sigamos brindando a las 12 de la noche del 31 de diciembre vistiendo ropa interior roja, sin duda eso nos dará suerte para el Nuevo Año de la Subnormalidad que ya está aquí.
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