Aún recuerdo aquellos primeros días de cuarentena en los que escribía que me daba miedo el cariz que estaban tomando los acontecimientos, cuando ya estaban empezando a decir que era una irresponsabilidad ir por ahí sin mascarilla, sabiendo que podías contagiar a tu abuelo o a cualquier inmunodeprimido que te encontraras por la calle. La programación mental ya estaba en marcha, y poco a poco fue haciendo efecto. Primero veías a uno o dos con bozal. Una semana después ya éramos mi socia y yo las dos únicas que entrábamos en el Carrefour sin mascarilla, cuando ni siquiera era aún obligatorio llevarlas, y la gente ya nos empezaba a mirar con odio asesino. Ya dije una vez que había aprendido muchas cosas con la plandemia, y una de las más impactantes ha sido esta: comprender el inmenso poder que tienen los medios de manipulación de masas. Justamente ayer uno de los colaboradores de El Expreso, Iván, apuntaba que era eso lo que había predicho Huxley en su Mundo feliz, libro que se aproxima más que 1984 a la realidad que estamos viviendo, según él. En ese libro los humanos se duermen escuchando una especie de mantras de manera repetitiva que luego confunden con sus propios pensamientos, exactamente lo que está ocurriendo ahora mismo con todos los españoles que no son capaces de apagar sus televisores. Otra expresión que ya forma parte de mi vocabulario habitual es justamente «hipnosis colectiva». ¿Que no sabes lo que es? Mira a tu alrededor: eso es. Un complemento fundamental fue la campaña publicitaria que se montaron, la cual solo puede calificarse de diabólica y psicópata. Esos anuncios han estado ahí en las marquesinas a la vista de todos, y decorando las paredes del metro, y aún así la gran mayoría sigue negando las verdaderas intenciones de los gobernantes. Empecé a guardar algunas de esas imágenes por si algún día escribía un artículo sobre ello, pero luego me cansé, tengo poco espacio en el ordenador como para llenarlo de objetos maléficos. Pero mira, ya que estamos, las daré uso. Es bueno guardar estas cosas para que las nuevas generaciones no olviden lo bajo que pueden caer algunos seres despreciables que dicen ser humanos. Pero nunca he querido hacer de este blog un lugar en el que hacer activismo anticovidiano, sino tan solo un lugar de paz para reflexionar y desahogarme. Y ahora mismo prefiero volver al humor. Gracias otra vez a Patrick conocí al gran Alfredo Díaz, otro de esos locos «negacionistas» (léase «humano con alma y sentido común que enseguida se dio cuenta de la farsa») que no ha dejado de hacer vídeos con su maravillosa voz de doblaje, haciéndonos sonreír y abriendo los ojos a más de un colaboracionista que empieza a ver la ridiculez de la situación que vivimos y las medidas nefastas que toman los títeres políticos con el único objetivo de destruirnos económica y moralmente. Recomiendo verlos todos, sobre todo cuando vuelves a casa cansado y necesitas algo que te vuelva a elevar la vibración. Esperemos que él no sea víctima de la censura.
4 Comentarios
Alberto Senda
3/3/2021 01:52:30
Hola Mónica. ¡Cuánto tiempo! ¡Qué casualidades o casualidades más bonitas tiene la vida! Ayer compartía una vieja entrada de Indiesletraheridos en un pequeño grupo "negacionista" de Telegram en el que figuro como administrador, y ello me ha dado pie a investigar un poco cómo estarían mis antiguos y letraheridos compañeros. No sé por qué te imaginaba colaboracionista o una teórica de la casualidad... Qué va, qué va, ja, ja, es broma. Con tu rebeldía no esperaba menos, pero está especie de diario de la plandemia que te has marcado voy a tener que leerlo con calma. Mañana empiezo, que hoy se ha hecho muy tarde. Un fuerte abrazo y ya hablaremos, que me temo que tenemos mucho que contarnos.
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Mónica
3/3/2021 11:29:39
¡Hola, Alberto!
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Alberto
4/3/2021 01:29:26
Hola de nuevo.
Mónica
4/3/2021 11:48:09
Qué interesante, un webinar de Daniel Estulin... sí, pásame el enlace (creo que tienes mi correo, ¿no?) Es posible que aporte poco y se me vaya mucho la olla, pero seguro que tenéis conversaciones interesantes, que no suele ser lo habitual. A mí me pasa lo mismo con los grupos grandes, yo también acabo yéndome y al final siempre me veo sola otra vez. Debo de ser una loba solitaria, pero como Arya, luego hay momentos en los que viene bien estar en manada, aunque sea solo por un tiempo.
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