Esta mañana mi madre, siguiendo su costumbre ancestral, me despertó nada más levantarse, creyendo que tenía una buena razón para ello. —¡Mónica! ¡Mira cómo está todo, lleno de mierda! ¿De dónde ha caído tanto polvo? Nunca en mi vida había visto nada igual... Yo me revuelvo entre mi sábanas, cagándome en todo por ser arrebatada de esta forma de la paz y el olvido del sueño (que, por cierto, había soñado con Enrique Pérez y otro chaval que me había regalado una caja de bombones pero pensaba devolvérselos porque no eran veganos). —¡Viene de los aviones, mama! —¿De los aviones? ¿Cómo va a venir de los aviones? Eso está en la atmósfera… La dejo que piense porque no pienso gritar más desde la cama. Puedo imaginarme sus neuronas trabajando con esfuerzo para comprender lo que le acabo de decir. «¿Y dónde están esos aviones? Vamos, mama, que tú puedes...» Tengo que levantarme al baño y ella insiste en que me asome por la ventana para ver el mundo apocalíptico en el que vivimos. Pero yo ya sé lo que hay, no tengo ninguna necesidad de verlo. Yo lo que quiero es seguir con mis sueños. Intento volver a dormir pero ya es imposible con el murmullo de la televisión que viene de la planta de abajo, encendida desde por la mañana cuando mi madre desayuna hasta que mi madre se acuesta. Si fuera religiosa (que algo es pero por fortuna no mucho), la televisión sería el púlpito y los presentadores de programas lavacerebros el cura de turno. Un poco más tarde, mientras escribo estas líneas, ella sigue a lo suyo, abre mi ventana y mira incrédula al polvillo naranja que cubre todo el tejado (blanco, para más inri) del patio trasero.
—¿Y ahora cómo voy a limpiar esto? No sé adónde voy con este papelito, ¡cómo está todo! Suspiro, poniendo a funcionar mis increíbles poderes de autocontrol. —Pues así se va a quedar… ¿Y dices que son los aviones? No comprendo por qué harían algo así… —Para controlar el clima, mama. Y para matarte. Es que el gobierno nos cuida, ya sabes. Pero ellos le echan la culpa a Putin de todo. O a los árabes, en este caso, con sus industrias contaminantes ahí en medio del desierto… Ahora si eso sigue creyendo que la gente enferma por el coronavirus. Sé que diga lo que le diga va a dar igual. En cuanto se siente a descansar frente a la televisión todo su capacidad de razonamiento (si alguna vez la tuvo) se habrá esfumado y volverá a repetir como un mantra cualquier cosa que le digan. «Putin es malo, Putin es malo, Putin es malo». Mientras, los disidentes tenemos que leer «discursos» sabelotodos de «eminencias por la trola» afirmando que no debemos preocuparnos, es tan solo polvo del Sáhara. Él lo vivió de pequeño en Canarias así que cómo vamos a pensar que esto sea otra cosa. La posibilidad de que en la atmósfera haya otras partículas en suspensión como bario, aluminio (procedente de las estelas químicas que nadie ve porque nadie mira al cielo estos días, sino a sus móviles), cromo, níquel y hasta cesio 137 radiactivo que vaya usted a saber de dónde ha salido, está completamente descartada. Y no vayamos a pensar que con un microscopio se pueden descubrir cosas... Con un imán tampoco, ni se nos ocurra probarlo, que eso no es evidencia de nada. PD: Por suerte mi madre no fue esa señora que se cayó de un primer piso por querer limpiar el misterioso polvo radiactivo naranja. Esa seguro que pilló el coronavirus por salir sin mascarilla, y menos mal que estaba vacunada o se hubiera muerto al instante.
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Archivos
Abril 2024
Categorías
Todo
|