La verdad es que me divierte mucho escribir sobre mi proceso creativo. Si no lo hago más es por la misma razón por la que El Ángel de la Muerte (Animal) sigue paralizado, a pesar de tener ya uno o dos capítulos listos para publicar, o por la que se me amontonan los proyectos en espera de ser revisados y editados por mí. Simple procrastinación. Traducido al castellano: yo me levanto por la mañana con ese hormigueo en los dedos y ese deseo inherente a todo escritor de trasladar mis pensamientos a palabras escritas, pero luego se me pasa y me pongo a hacer otras cosas. Esas cosas pueden ser necesarias para la vida, como prepararme el desayuno o hacer la lista de la compra, o puede ser simplemente mirar a la pared en busca de inspiración. Esto último también cuenta como escribir para los escritores, por si hay alguien que no lo sabe. Ahora que lo pienso, quizá sea esa la razón por la que muchos escritores cuentan con un editor… Yo también me buscaría uno si no supiera que al final iba a ganar un 1% de las ventas de mis libros, y eso no me compensa. Que conste que no todo es tan negro como lo pinto. En realidad hoy ya he conseguido acabar un artículo sobre medicina veterinaria tradicional china y cáncer que tenía pendiente desde hace semanas, y ahora estoy aprovechando el tirón para darle algo de vidilla al blog. Y en mi cabeza nunca para la ebullición respecto a una de mis obras magistrales, que va a ser la tercera parte de mi saga espacial. De ella quería hablar, porque su creación me ha sorprendido incluso a mí misma. Es pura magia. ¿Cuánto tiempo llevo con ella? Ni idea. Yo no soy una de esas escritoras obsesivo-compulsivas que ponen la fecha de inicio y finalización a los incontables borradores y llevan la cuenta de las palabras escritas al día. Uff, solo pensarlo me da flojera. No. Yo fluyo con lo que haya. Si sale algo decente genial. Si no es tan decente y hay que retocarlo días o semanas después, pues vale. Si no sale nada, pues me dedico a otras tareas, más o menos productivas, porque aunque no lo parezca, jugar al buscaminas o ponerte a escuchar música puede ayudar a que afloren nuevas ideas. Pero por decir algo, entre dos y tres años llevo seguro. Además se da la circunstancia de que se estaba alargando demasiado y decidí cortarla, con lo cual empecé el cuarto volumen de la saga cuando aún quedaban partes por escribir de la tercera. Sí, ya se va viendo por qué utilicé la palabra «caos» en esta nueva entrega de mi proceso creativo, ¿no? En un curso sobre cómo escribir obras de ficción me echarían en la primera clase, estoy completamente segura de ello.
No sabía en qué me metía cuando decidí que en esta tercera parte iba utilizar de nuevo la primera persona, pero en vez de ser la protagonista se irían turnando los diferentes personajes de la saga. Así iríamos viendo la visión tan distinta (o no) que tiene cada uno de ellos respecto a los acontecimientos. El título provisional empezó siendo un simple número, si no recuerdo mal, el año en el que transcurre la historia. Pronto lo cambié a La cara oculta, por dos razones: primero, porque los hechos tienen lugar en la Luna, satélite de procedencia de Ian Olson, uno de los protagonistas. Y segundo, porque la idea era mostrar el contraste entre la imagen que los demás tienen de ti frente a quien eres en realidad. Cómo podemos equivocarnos con mucha facilidad cuando juzgamos las acciones de alguien, sin conocer nada de esa persona o las motivaciones que puede tener para realizar esas acciones. Me he dado cuenta de lo difícil que es dotar de una identidad única a cada personaje que habla en primera persona, y cómo trasladar su carácter a su forma de expresarse. Seguramente no lo he conseguido, pero no importa, es lo que tiene el camino a la maestría, y no podremos construir rascacielos sin haber construido antes pequeñas chozas. Después vino más caos. Al final de Incógnita Z los personajes se dispersan y siguen caminos independientes pero son aún parte de la misma historia. Sin abusar de este recurso literario para no resultar repetitiva, algunos vuelven a relatar los mismos acontecimientos desde su propia perspectiva, destacando así que las distintas versiones de la verdad siempre serán falsedades, no la Verdad (como decía Somni-451 en Cloud Atlas). Luego tenía que hacerlos confluir en un punto del futuro. Elegí a los tres personajes más interesantes y le di una sección a cada uno, y fui escribiendo cada sección sin orden ni concierto, según aparecían las ideas en mi cabeza. Empecé con uno de ellos, luego otro… pero para que fueran encajando las cosas, luego cambié el orden de aparición, al menos dos veces. A día de hoy, acabé la sección primera y la sección última, pero ya hace tiempo que la del medio permanecía detenida mientras seguía construyendo el pasado de ese personaje en concreto en mi cabeza, y al mismo tiempo seguía con el comienzo de la cuarta parte. Ahora está fluyendo de nuevo y espero que bastará con dos o tres capítulos más para enlazarlo todo. Luego «solo» quedará revisar y editar con nuevas ideas que me han ido surgiendo para darle más profundidad al asunto, como pasa siempre con estas obras artísticas. Y corregir algunos detalles incoherentes que capté después de releerme Incógnita Z, que los escritores no tenemos una memoria prodigiosa y ahora no me extraña que George R.R. Martin se esté tomando su tiempo para acabar Canción de hielo y fuego, que llega un momento que te vuelves loco con tu propia creación, más si destrozan la saga en una serie cinematográfica… Como que piensas «¿Ya pa’ qué?» PD: Como con la plandemia dos o tres años han cundido más que como toda una vida de un investigador convencional del siglo XX, a lo largo de la historia me he dado cuenta de que más que ciencia ficción escribo fantasía espacial, ya que con los datos que ahora manejo es bastante improbable que nadie vaya a vivir en la Luna jamás, mucho menos con la misma tecnología o una poco más avanzada que la que tenemos ahora en la Tierra. Y no digo nada de todos los cambios que he tenido que hacer sobre la medicina que se hará dentro de trescientos años o el concepto aún prevalente de la naturaleza de los virus que ya se habrá derribado para entonces, con un poco de suerte. Sí, este ha sido un gran viaje...
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