Así que los artículos más vendidos en los supermercados durante estos días de cuarentena —si es que se la puede llamar así— son, según el Huffington Post: «En la segunda semana de cuarentena, según esta misma empresa la cerveza se mantuvo como la bebida más vendida, con un crecimiento del 77,65%. Sin embargo, en esta última semana se han aumentado también los otros productos de picoteo que suelen acompañarla: las aceitunas han crecido un 93,82%, mientras que las patatas fritas lo han hecho en un 87,13%.» Esto por no hablar de la carne, claro, como hice en mi anterior entrada. Creo que esto lo dice todo sobre la clase de civilización que hemos creado. Ahora me imagino a toda la población encerrada en sus casas, viendo partidos de fútbol por canales de televisión de pago, bebiendo cerveza y comiendo patatas fritas, que ojalá esta parte de la población (porque en realidad espero que no sea toda) acabe por reventar y entonces el virus sí que habrá hecho su trabajo (no el Covid-19 sino el virus de la estupidez humana ilimitada). Mi pareja también me informó puntualmente esta mañana de que Telemadrid estaba anunciando que habría procesiones, por sus huevos. Da igual que repongan grabaciones de hace un año o hace dieciocho, que para el caso es lo mismo: opio para el pueblo, o al menos, para todos aquellos que necesitan de sus estatuas para adorarlas y sentirse mejor. Y lo peor es que estoy segurísima de que batirán récords de audiencia, ya que la gente no puede salir a la calle y necesitarán esa ilusión de estar reviviéndolo otra vez. Apuesto a que saldrán a los balcones a cantar saetas, justo después del aplauso a los sanitarios. Y a las 12 de la noche. Y a las 3 de la madrugada. Según a qué hora decidan ponerlo los de Telemadrid. Mientras escribo esto no me olvido de todos aquellos que también estarán haciendo cosas positivas o al menos intentándolo: formándose con cursos online de todo tipo, entrenando su cuerpo y/o su mente, leyendo libros, escribiendo más de lo que habían escrito en toda su vida (como yo), conversando con su familia ahora que no tienen más remedio que convivir las 24 horas del día, ayudando a los vecinos en lo posible, comiendo lo mismo que comían antes… Pero me da que estos son pocos, o no habríamos visto esos cambios en los supermercados, como la harina agotada o los cacahuetes desaparecidos (que me imagino que van junto a las aceitunas).
Nunca he creído en la selección natural, no tal y como la plantea Darwin. Si realmente existiera la selección natural, cualquier virus mínimamente decente habría exterminado a esa parte de la humanidad que no es más que un lastre para su evolución. Bueno, no solo es un lastre para la humanidad, sino también para la naturaleza en sí misma. Muchos ingenuos piensan que el Covid-19 sí supondrá un cambio y después de esto los humanos reflexionarán, pero no hay más que mirar atrás en la historia para comprobar que las pandemias no cambian nada. Ni siquiera las guerras mundiales, con todo el dolor y la muerte que causaron, han cambiado algo. Suena triste decirlo cuando tú mismo eres parte de esa humanidad y te avergüenzas de ella, pero así es la realidad. La naturaleza nos sobrevivirá, eso está claro, pero no será la selección natural ni un pobre virus los que nos borren de la faz de la tierra. Simplemente nos autodestruiremos por no ser capaces de vencer nuestra propia estupidez.
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Archivos
Abril 2024
Categorías
Todo
|