Hoy me ocurre lo contrario de ayer: no es que no encuentre tema del que hablar, sino que tengo tantas cosas revolviéndose en mi interior que me es difícil elegir una. Lo malo es que la más importante requiere adentrarse en lo más profundo del alma y eso siempre da mucha pereza. Luego merece la pena, porque cuando escarbas en la mayor oscuridad, ahí en lo más hondo donde apenas llega el aire, al final encuentras oro. Un oro que muy pocos saben apreciar. Esta noche voy a dedicarme a la minería. Pero mientras, como esto es mucho más fácil y rápido, he decidido escribir primero en este blog para quitármelo de encima cuanto antes. Asusta bastante ver cómo la sorpresa y la incredulidad de hace 26 días se van transformando en aceptación y normalidad. La gente sigue acudiendo a los supermercados en masa, haciendo colas ridículamente largas para acabar con las existencias de alimentos tan básicos como los aguacates (luego dirán que somos los veganos los que los consumen) o el pan de molde. Supongo que el confinamiento, acompañado de las interminables sesiones de entrenamiento personal online, ahora gratuitas y accesibles para todos, hacen que aumenten las ganas de comer sándwiches de mermelada. Si no, no me lo explico. O quizá lo utilicen para hacer torrijas, que es lo más probable… Los debates sobre si es conveniente utilizar o no mascarilla cuando sales por ahí siguen ocupando las redes sociales. Yo les explicaría: «Pues mira, depende de cuáles sean tus aspiraciones personales y de la prisa que tengas en librarte de las consecuencias de vivir en una humanidad tan deleznable como esta. Morir, vas a morir de todas maneras, la única diferencia será cuándo. Quizá te libres de morir por coronavirus, pero tu estupidez puede que haga que mueras mañana en un accidente de coche por conducir ebrio o por un síndrome de inmunodeficiencia adquirida por no ponerte preservativo. También puede que tengas mala suerte y te caiga un árbol en la cabeza, eso le ha pasado a más de uno. Las ondas electromagnéticas que emite tu móvil podrían ser cancerígenas, ¿no has pensado utilizarlo menos? Eso por no hablar del cáncer que te puede producir la carne procesada que comes todos los días. ¿Conoces el programa sobre las millones de formas de morir que existen? Yo creo que deberían ponerlo en todas las escuelas.»
Pero a lo que iba... Cuando digan que se acabó el simulacro de pandemia, yo no sé si alguien se va a plantear que millones de virus y bacterias patógenas van a seguir flotando en el ambiente y se van a depositar en todas las superficies que tocamos a diario —como lo han hecho desde que el mundo es mundo— pero seguro que ya no les preocupará más. Eso de prevenir enfermedades infecciosas pasará a segundo, tercero o décimo plano. Volverán a mearse en las piscinas, a escupir por las calles y a protestar por las cacas de los perros en las playas al tiempo que dejan una montaña de colillas en la arena para que los niños las pongan en las torres de sus castillos y luego se lleven las manos llenas de virus a la boca. Algunos creen que esta experiencia va a hacer que las cosas cambien: por un tiempo todos andaremos recelosos de acercarnos al prójimo más de lo debido, y evitaremos dar besos y abrazos para no contagiar y no ser contagiados de lo que sea que haya por ahí medio letal. Ojalá fuera verdad, así yo podría volver a comportarme como Sheldon Cooper y sería considerada alguien normal, no una antipática fría y antisociable que además apenas habla (y quizá sea mejor así, porque si hablara y les dijera a todos lo que escribí arriba, no tardarían en querer hacerme callar). Pero yo predigo que ese periodo de tiempo, en el caso de que se dé realmente esa circunstancia, va a durar como mucho un día o dos. Luego los humanos volverán a ser como antes, más que nada porque la amenaza de un virus mortal metida en tu mente a base de bombardearte a todas horas con cifras de muertos además de imágenes de hospitales de emergencia y funerarias colapsadas, no cambia la estructura de tu cerebro, ya bastante desneuronado con el fútbol, el alcohol y la falta de sudokus. La memoria humana seguirá siendo tan corta como la de un pez. Y muchos creerán que eso de que te paren en las rotondas para preguntarte adónde vas y amenazarte con una multa si no llevas un salvoconducto, ocurrió toda la vida. Lo que me recuerda de nuevo a 1984… Me pregunto si de verdad hay gente que se dé cuenta de la seriedad de lo que estamos viviendo, de que esto es mucho más que un virus pandémico ocasionando muertes humanas que se podían haber evitado. Me pregunto si todos esos que han salido de Semana Santa saltándose los controles policiales, son realmente conscientes de que su libertad está en peligro real. Se lo toman como un juego, pero, ¿saben realmente que esto no es ningún juego? ¿Que una vez más somos los peones en una partida de ajedrez bastante macabra? ¿Que las élites nos manejan como si fuéramos marionetas, y todos agachamos nuestras cabezas en lugar de organizar una revolución? ¿Pensamos que por tener una cuenta en Facebook y poder publicar sandeces a todas horas ya somos libres? Ahora sí que estoy asustada de verdad.
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Archivos
Abril 2024
Categorías
Todo
|