Parte 2. En mi tercera noche tras conocer la terrible realidad de que soy una asesina comeplantas, tampoco conseguí dormir en condiciones. En medio de la noche me despertó una pesadilla en la que una marabunta compuesta de cientos de verduras, hortalizas y tubérculos me perseguían entre sollozos, clamando justicia y que yo pagara por mis crímenes. Las setas en concreto estaban muy cabreadas. —Pero si vosotras no pertenecéis al Reino Vegetal, sino al Reino de los Hongos. —¿Y tú crees que eso va a importar a los no veganos? Producimos esporas y sustancias que alucinan a la gente, eso solo lo pueden hacer seres con consciencia. —Perdona pero el ambientador que tenía una de mis jefas en la clínica expelía perfume cada veinte minutos según su programación y yo juraría que no tenía consciencia de ningún mal olor flotando en el ambiente, ni siquiera cuando había un perrillo hospitalizado con parvovirosis. El ambientador era un mero objeto material. —Sí, claro, ve y explícale eso a los disidentes aquellos que te crearon el trauma emocional. Si no ven la diferencia entre una gallina y un plátano, ¿tú crees que van a ver la diferencia entre un hongo y un ambientador? —Joder, es verdad. Pero espera un momento, estoy hablando con un champiñón, a ver si es que estoy alucinando yo… Ayer no comí Amanita muscaria, que yo recuerde... —O tal vez estás siendo víctima de la disonancia cognitiva, no quieres aceptar la realidad de que los plátanos sienten porque eso te convertiría en una humana sin empatía ni respeto alguno por tus semejantes. —Pero yo soy animal, no vegetal… ni hongo. —Ya. Pero ve y explícale eso a los no veganos. ¿Tú crees que…? Recordé cómo me sentía en todas esas conversaciones de activismo vegano que tuve en mi vida… …y claro, me desperté entre sudores de ansiedad y terror. Tuve que ir al baño y seguía teniendo cara de asesina. Asesina de plátanos. Asesina de zanahorias. Asesina de portobellos, boletus, shiitakes, shimejis, rebozuelos, hongos reishi, níscalos, setas cardo, setas ostra y setas trompeta. Todos muertos. Todos descuartizados… solo para disfrutar de su sabor en picadillos, risottos, pizzas, empanadillas y salsas para pasta. Creías que hacías un bien y eres una matasetas. Qué vergüenza. La no aceptación comenzó a transformarse en ira y negación. Decidí salir a pasear un poco, a ver si el aire de las cloacas servía para aclarar mis pensamientos. Tal vez tendré que dejar de comer vegetales (y hongos) el resto de mi vida, y moriré de inanición… ¿Será eso lo que quieren los no veganos, para que así deje de tocarles las pelotas con mis argumentos irrefutables sobre veganismo? En mi guardia nocturna por los túneles de las cloacas donde se refugia la Resistencia, me encuentro con una compañera vegana. Olvidando mis traumas mentales y emocionales, lo primero que he hecho ha sido invitarla a la Élite de la Resistencia. Sí, hay que dar un paso más si queremos ganar esta guerra que ante todo es espiritual. Aquí hay que establecer unas jerarquías o se va a ir todo al carajo, como ya pasó con otras revoluciones. No se puede ser miembro de la Élite de la Resistencia si no eres vegano. No te puedes llamar ciudadano consciente si no tienes un mínimo de consciencia y sabes que los animales no humanos no están aquí para servirnos. Los veganos que se han dado cuenta de la plandemia van aumentando día a día, casi diría que a un ritmo más elevado que el resto de la población, mientras que los disidentes no veganos siguen sin despertar completamente. El caos se ceba con ellos, no muestran empatía alguna, ni con humanos ni con no humanos. Están continuamente hablando de disidencia controlada, atacando y muriéndose de envidia por lo que hacen o dejan de hacer otros miembros de la Resistencia. Dan bastante pena. Son los individuos prescindibles de nuestro ejército de resistentes. Son pasto de zombis covidianos. Se siguen aferrando a un sistema decadente y aún creen que pueden preservar algunos de los cimientos de esta civilización podrida construida sobre sufrimiento y muerte. Es como todos esos que sueñan con irse a vivir al campo, pero, eso sí, sin olvidarse de unas pocas gallinitas a las que explotar. ¿Para qué? Para volver a empezar desde cero el mismo sistema de esclavización y muerte que les ha llevado adonde están ahora y que no quieren para ellos ni para sus hijos. No se puede ser más contradictorio. Y no podemos hacer mucho por ellos. Me temo que para romper la disonancia cognitiva que padecen habría que abrirles el cráneo, sacar su cerebro (si es que les queda algo, porque este punto es muy dudoso si piensan que las patatas sufren) y reemplazarlo por otro. Demasiado complicado para los recursos con los que cuenta la Resistencia. Mejor dejarlos morir, como a los covidianos que se han vacunado con tres o más dosis. Ya no tienen arreglo. —Pero chiquilla, no te hagas tan mala sangre —me dice Sylvie, la recién nombrada segunda miembro de la Nueva Élite de la Resistencia, ojiplática según le cuento mis penas—. Llevas años haciendo activismo y sabes que tienes muchos recursos a tu disposición para que la gente comprenda los razonamientos más básicos, aunque tengan medio cerebro o parezca que no han pasado de parvulitos. Mira, aquí tienes unos cuantos memes, utilízalos a discreción. Les echo un vistazo pero no me acaban de convencer, por algo escribo estas parrafadas y más en mi blog vegano, en lugar de poner memes a diestro y siniestro, que con frecuencia llevan errores de fondo y/o forma. No obstante, a veces es lo más cómodo, sobre todo cuando no quieres perder el tiempo discutiendo si el grado de sufrimiento de la cebolla cuando la cortas es equiparable al del ternero cuando lo degüellan en el matadero. Yo lloro cuando le hago eso a la cebolla, pero no es porque la vea sufrir especialmente, sino por el efecto de un compuesto azufrado llamado syn-propanethial-S-óxido al reaccionar con una enzima de mis córneas… Al menos, eso era antes de que me dijeran que las plantas sienten, ahora estoy con un dilema moral. Me pregunto qué harán los no veganos, que a pesar de su especial sensibilidad hacia las plantas, son capaces de matarlas a ellas, a los animales que se las comen, y vivir tan contentos… —No sé, el de la gallina y la silla lo veo un poco complicado… Si utilizas las palabras «sujeto» y «objeto», aunque sea con Coco el de Barrio Sésamo, se pierden… Ayer mismo vi a un individuo (y no sé si era vegano o no vegano) diciendo que la silla había sido antes un árbol, sugiriendo que los carpinteros son unos asesinos por matar a seres sintientes. Ellos solo utilizarán sillas de plástico, supongo, si son coherentes con sus principios morales. »Este segundo meme me gusta más, es más directo y al igual por fin entienden que si quieren salvar plantas, también deberían hacerse veganos. Como todos sabemos, una gran parte de los cultivos van para alimentar al ganado, es decir, a esos individuos inocentes que luego ellos quieren ver transformados en filetes en sus platos. Si comes directamente las plantas, menos plantas «muertas». —Ah, sí, este es muy bueno, y así ya de paso te echas unas risas con ellos. —Sí, solo espero no herir sus sentimientos, tienes que tener cuidado porque enseguida se ofenden si les muestras sus incoherencias. Y sospecho que lloran a escondidas cuando tienen que desollar a un plátano o poner las patatas a cocer, ahí vivas, sin aturdirlas antes, como se hace con los cerdos que van a ser escaldados antes de degollarlos y descuartizarlos en los mataderos. Muestran una hipersensibilidad hacia todos los seres vivos, incluso los que carecen de sistema nervioso y por tanto de consciencia, que me tiene confundida… Es que hasta me han hecho dudar de mi propia crueldad, ahí todos los días cortando verduras para mis potajes. No oigo sus gritos de terror y no hay sangre salpicando como cuando descuartizas un pollo, pero tal vez ellos ven algo que yo no veo… —Uy, qué va… son ellos los que no quieren ver. Les han distorsionado la realidad desde que eran pequeños, y cuando quieres mostrarles la realidad tal como es, se rebelan, no les gusta. No les gusta ser etiquetados de lo que son: explotadores de animales, con todas las letras. Y sufren de disonancia cognitiva, por eso te saltan a la yugular en cuanto les dices que la leche de vaca es para su ternero. »¿No ves la foto de las madres? ¿A que transmite una ternura indescriptible y es lo más natural que existe? Sin embargo para ellos lo natural es inseminar artificialmente a una vaca, robarle su cría, mandar la cría al matadero porque piensan que necesitan su carne para no morir desproteinados, y luego robar la leche a la vaca para beberla con preparados que le dan buen sabor, porque solamente el olor ya es repugnante y tira para atrás a cualquier persona normal. También hacen yogures y quesos con ella, en vez de hacerlos con montones de materias primas vegetales que tienen a su disposición. Lo harían si solo tuvieran un poco de interés en vivir sin explotar animales, el problema es que no lo tienen. —Vale, me has convencido. Sin embargo, me acusaron de «hacer un activismo impositivo» sobre ellos. —Disonancia cognitiva. ¿No ves este otro meme? Nadie puede imponer una forma de pensar sobre otros. Nadie les obliga a comprar lechugas en lugar de carne cuando van al supermercado. Están tan condicionados que ni se dan cuenta de cómo les bombardean con publicidad engañosa bienestarista, haciéndoles creer que las vacas son felices siendo esclavas. Ni tampoco serán conscientes del acoso real que sufren muchos veganos, solo por exigir en un colegio dietas respetuosas con los animales no humanos, por poner un ejemplo. Son expertos en victimizarse, para ignorar a las verdaderas víctimas y el dolor que, en el fondo, están empezando a sentir. O, al menos, esa pequeña molestia desagradable que es la disonancia cognitiva. Mientras, eres tú la que tiene que sonreír y no montar un altercado en un restaurante donde lo único que te ofrecen para comer, con una sonrisita condescendiente, son espárragos y tomates, porque todo lo demás procede de animales explotados y asesinados. Y tienes que comer con la cabeza hundida en tu plato para no ver todos esos cadáveres sanguinolentos a tu alrededor, eso que ellos llaman carne. Tienen que utilizar eufemismos para todo, si no se sentirían culpables. Algunos hasta se soliviantan si encuentran una cabeza de pollo asesinado en su ración de nuggets del McDonald’s, tan desconectados están de lo que tienen en su plato. Viven en un mundo de psicópatas creado por ellos mismos y ni siquiera se dan cuenta. Cambian la especie objeto del crimen y todos sus principios morales se van por el desagüe. Nosotros al menos sabemos quiénes son las verdaderas víctimas, las tenemos siempre presentes, y por eso no nos importan los insultos ni los desprecios ni las burlas... y podemos saltarnos sin problema una comida, si no encontramos alternativas veganas, aunque hoy en día eso es ya muy difícil que te pase con un mínimo de organización.
—También me acusaron de pertenecer a una secta. —Disonancia cognitiva. Que yo sepa, de momento solo San Ismael de la Santa Gaia va camino de fundar una, pero qué le vamos a hacer, ni siquiera los veganos estamos libres de ser infectados por el BHS-V o simplemente creerte el salvador de toda la humanidad. Después de todo, al igual se ha creído que tiene que serlo tras años escuchándolo de los no veganos. —Y también me acusaron de estar en una cruzada, como si el veganismo tuviera algo que ver con una religión y no con una cuestión de respeto básico. —Disonancia cognitiva. Te están llamando extremista, como a los fundamentalistas religiosos. Porque para ellos respetar la vida de los no humanos es muy extremo, no como enseñar a tu niña que pisar hormigas y pisar plantas es igual de malo, a la par que la obligan a comer trozos de cadáveres provenientes de individuos que apreciaban su vida y su libertad. ¿Crees que esa niña sabrá de verdad qué es el amor y el respeto verdaderos? —Solo si en algún momento se hace vegana. También me acusaron de decir chorradas… —¡Más disonancia cognitiva! Vamos a ver, alma de cántaro, que pareces una novatilla, ¿cuántos años llevas haciendo activismo vegano? —Unos pocos, pero últimamente he estado más centrada en el activismo anticovidiano, no me da la vida para más… —¿Y no te has encontrado la misma reacción agresiva y falta de todo razonamiento lógico hablando de otros temas? —Ahora que lo dices, cierto vegano también me dijo que decía chorradas cuando publicaba vídeos al principio de la plandemia alertando de la falsedad de la narrativa oficial y el hecho de que el virus de marras no había sido aislado ni identificado. Bueno, creo recordar que él no usó esa palabra en concreto, sino… ¿cuál era? Ah, sí, memeces. —Memeces, chorradas, todo lo mismo. Causas un conflicto entre sus creencias de toda la vida y tus planteamientos, totalmente nuevos y rompedores para ellos, se ven sin argumentos y te llaman idiota. ¿No lo ves? Todos padecen de disonancia cognitiva. Da igual cuál sea el tema que les genera el conflicto, lo importante es que ese conflicto es lo que les lleva a ellos a afirmar cosas sin sentido como que las plantas sienten o que existen los enfermos asintomáticos por dar positivo en un test falso que nadie sabe cómo se ha fabricado si nunca se ha aislado el supuesto virus patógeno letal. Su capacidad de razonamiento está anulada, y la propaganda, en cualquier ámbito, condiciona la mente de los individuos, como los anuncios de quesitos de La Vaca que Ríe. Y luego te llaman sectaria a ti… —Y mi hermano dijo que le insulté por llamarle ingenuo cuando quise mostrarle lo que decían varios doctores y virólogos respetados sobre la falsa pandemia que nos ha llevado a perder tantos derechos y libertades. Aunque creo que se molestó porque dije que su mujer, profesora de educación infantil, es cómplice de lo que está ocurriendo. —Sí, soltar verdades a la cara suele tener ese efecto. Tú eres la mala, pero son los niños los que están cayendo en las escuelas y pensando en suicidarse, igual que todos los días mueren millones de animales no humanos en el matadero, simplemente porque no quieren cambiar sus hábitos. Ya sabes por qué ocurre. No te preocupes, tú sigue haciendo que te llamen loca en todos los sitios que frecuentes, eso significará que sigues siendo la más cuerda. Parte 4.
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