Utilicé la llegada del teniente Dumbar al Fuerte Sedgewick para describir la sensación que tuve al llegar a mi nueva casa, percance con el coche incluido, pero curiosamente se parece también mucho a la situación en la que dejé a mis personajes de la saga espacial allá por febrero cuando hechos inesperados interrumpieron mi escritura: muerte y despertar en un sitio nuevo, un sitio oscuro, arruinado, con necesidad de reparaciones, en la soledad casi absoluta (y ahora que lo pienso, la alimentación durante las primeras semanas también se limita a sabrosas raciones de supervivencia). Es como una especie de arrebatamiento a otra dimensión de la realidad que pretende ser un refugio pero se puede llegar a convertir en otra cárcel, si seguimos llevándonos nuestros propios demonios dentro. Por eso, si realmente queremos ver un cambio en nuestra vida, y en consecuencia en el mundo en el que vivimos, tenemos que comenzar por nosotros mismos. Y en ello sigo… De esos fantasmas quería hablar. Cuanto más observo a la mente, más me doy cuenta del gran poder que tiene y cómo controla nuestras vidas, desde la infancia, cuando ya empiezan a programarnos diciéndonos lo que es real y lo que no, de lo que podemos hablar y de lo que no, de lo que está bien y lo que está mal. A eso se suman los patrones mentales subconscientes que arrastramos de vidas anteriores, y no sé cuál de las dos programaciones es más perniciosa, probablemente la del presente. Fuera una, otra o las dos, yo vine con mucha ansiedad, tanta que ahora me entristece ser consciente de cómo viví gran parte de mi vida con ella, sin tan siquiera identificarla, sin saber que la ansiedad es puro miedo y que siempre fue el miedo lo que me paralizó muchas veces. No hasta el punto de no poder vivir o de encerrarme en una burbuja patológica por miedo a enfrentarme al mundo, pero sí con muchas limitaciones mentales y obstáculos imaginarios que tal vez me impidieron llegar más lejos y disfrutar más de las experiencias vitales. Por eso, cuando me dejo vencer por la negatividad y la depresión que siempre flota amenazante, me esfuerzo por recordar todo lo que me ha costado llegar aquí. Tengo que estar orgullosa de mí misma. Puedo afirmar que la rebeldía es una condición natural de mi espíritu, pero es difícil mantener la misma rebeldía a través de los siglos, cuando has perdido la vida varias veces luchando por la justicia y has sufrido todo tipo de daño y humillaciones. Cuando hablo de renacimiento no lo hago a la ligera. Una vez más, cuando hablo de resurgir de las cenizas, no es una alegoría. Es casi literal. Y que la cuarta parte de mi saga espacial lleve el título de Fénix no es ninguna casualidad. No en vano me parece que voy reflejando toda mi vida actual en la que será mi mayor obra literaria en esta encarnación. Y cuesta, claro que cuesta. Todos los días cuesta un poquito. Podría decirse que ahora estoy en pleno parto, lo que significa que siempre va a haber cierto grado de dolor y muchas energías aún moviéndose en todo el cuerpo. Quedan trozos de piel muerta por desprenderse. Quedan antiguas marcas de heridas que han de quedar lisas como la piel de un bebé. Quedan partes de mí que se resisten a morir. Queda sentir la asfixia cuando se corta el cordón umbilical que te ataba a lo conocido. Y los miedos vuelven, la ansiedad persiste por momentos, aún no soy una maestra Shaolin ni he conseguido todos mis objetivos… esos fantasmas son los que hay que desintegrar, como buenos Ghostbusters. Como el láser que salía de sus metralletas, yo tengo reiki que sale de mis manos para dar y regalar. Cuando calmas la mente y vuelves a tu centro, te das cuenta de que al final son tonterías las que te amargan la vida. Problemas que de repente se hacen una montaña cuando no hay razón para preocuparse tanto. Inseguridades sobre lo que deparará el futuro, en vez de seguir haciendo lo que nos dicta el corazón sin cuestionar nada. Miedos a que aparezcan problemas irresolubles, como si eso existiera. Dudas sobre mi capacidad de hacer las cosas. Dudas sobre mi misión y si podré cumplirla, como el capitán Jack Aubrey aceptando comandar su primer barco, con toda la ilusión del mundo pero sabiendo muy bien el riesgo que supone embarcarnos en tamaña aventura. Por muy loca que una esté nunca es fácil confiar en la providencia, y sin embargo, aquí estoy, en La Comarca, por fin viviendo un sueño que soñé durante años, cuando casi nadie apostaba ya por nosotras. En medio de la tempestad, la música siempre es uno de los mejores remedios 😊. 🎻 🎻 🎻 «Ovejita vuelve al redil que ya te has divertido bastante», parece que las olas transportan una voz distante que llega a mis oídos. Los fantasmas me podéis tocar los h… Con toda la delicadeza de Kiksúye.
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