Estamos aquí para entrevistar a la alabada autora de «El extraño caso del plátano sintiente», un modesto relato con tinte humorístico y una buena dosis de crítica que sin duda va a hacer reflexionar a todos los no veganos que se atrevan a repetir el insistente y ridículo mantra de «las plantas sienten», si es que alguno de ellos soporta leerlo hasta el final sin entrar en disonancia cognitiva y huir por patas. —Hola, Mónica. ¿Cómo surgió esta historia en tu cabeza? —Pues como surgen la mayoría de mis historias. Yo he funcionado toda mi vida igual, en todos los ámbitos: soy como una olla a presión, voy ahí cocinando en mi cerebro todo lo que absorbo de otras fuentes, y cuando alguien aviva el fuego demasiado, estallo y expulso todo lo que llevo dentro. Luego solo queda ponerlo en orden. —¿Qué parte es ficción y qué parte no lo es? —Pues la parte no ficticia es menor de lo que imaginas, pero si te la señalara se perdería toda la magia, prefiero dejarte con la intriga. Lo que sí te puedo decir es que el detonante fue completamente real: estaba distrayendo mi mente cansada y atormentada charlando con un grupo de disidentes, cuando alguien dijo algo sobre la proteína de la leche y su posible uso para aumentar las defensas, como si la proteína de la leche tuviera algo especial. Una se autocontrola mucho, pero llega un punto en el que es imposible no hacer ciertas matizaciones. Se me ocurrió decir que la leche de vaca es para el ternero y el resto fue obra de la disonancia cognitiva. Yo no tuve que inventar mucho. Ni siquiera tengo tanta imaginación como para crear tantas excusas como hacen los no veganos. Con las de ellos y todas las que he ido acaparando en mi vida de activista, hay para un libro entero. Del tamaño de la Biblia. —¿Y qué ocurrió entonces? ¿Te pusiste a escribir? —Mira, llevo desde 2018 haciendo activismo vegano, que fue cuando creé mi blog Vet y Vegan. Había tocado el tema de las plantas muy de pasada en mi anterior blog de escritora, no de una forma en la que me sienta orgullosa, pero entonces solo era vegetariana, y había llegado ahí a causa de mi sensibilidad hacia los animales, la misma razón por la que estudié veterinaria. Pero aún no me había formado y no sabía qué era el veganismo. Cuando por fin me hice vegana y quise empezar a escribir sobre veganismo, lo primero que hice fue estudiar, leer gran parte de lo que habían escrito otros activistas. Siempre me dio pereza tocar el tema de las plantas porque en el fondo es tan simple y tan fácil de entender que me parecía una pérdida de tiempo. Pero aún así, tienes que pensar en contraargumentos cada vez que tienes una conversación con un no vegano, porque lo primero que te sueltan todos ellos cuando les dices que los animales no humanos merecen respeto, es que las plantas sienten. Y tú te quedas… patidifusa, sobre todo cuando ese argumento viene de personas que consideras inteligentes, como fue en este último caso. Pero vamos a ver, que yo estudié biología en la facultad, y dentro de la biología estudié botánica. En toda la carrera de veterinaria no se hace apenas mención a las capacidades cognitivas y las emociones de los animales, porque nos enseñan a tratarlos como meros objetos, ¿tú crees que nos contaron algo de la sintiencia de las plantas? ¿Un concepto que, por otra parte, se considera totalmente anticientífico, por mucho que lo quieran equiparar a la neurología de los mamíferos? Pero, bueno, aún así, el tema te interesa, porque si has sido tan coherente como para dejar de consumir productos animales, porque son seres sintientes, quizá tengas que plantearte también dejar de consumir plantas, si eso es posible sin suicidarte… Y si investigas a fondo, enseguida ves que la neurobiología vegetal no hay por dónde cogerla, y que la idea de que los árboles son seres vivos conscientes capaces de comunicarse entre sí y sentir dolor, es muy bonita, pero ni está demostrada, ni afecta al hecho de que explotar y matar animales no humanos está mal de por sí, independientemente de que las plantas sientan o no. Pero perdona, que al igual estoy divagando demasiado… —Sí, queríamos centrar la entrevista en tu proceso creativo. ¿Cómo construiste la historia del plátano sintiente? —Creo que comenzó la misma noche después del debate. Realmente me imaginé a mis contertulios llorando al pelar un plátano, porque por sus comentarios parecían querer demostrarme que ellos eran más sensibles que yo, una vegana que mata plantas para comer, sin tener en cuenta sus sentimientos. Eso, cuando ellos ni siquiera son vegetarianos, y siguen insistiendo en que no hay nada malo en explotar y matar animales no humanos, seres cuya sintiencia está fuera de toda duda. Sus argumentos eran ya tan absurdos que me resistí a rebajarme a ese nivel. Después de todo, no estaba en Facebook discutiendo con el típico trol que te pone una foto de un bistec para hacerse el gracioso, sino con personas que considero inteligentes, ya que al menos se dieron cuenta de la farsa del coronavirus. Desde hace dos años que empezó la plandemia, he venido notando que el fenómeno de la disonancia cognitiva funciona igual en todos los casos, y nadie está libre de padecerla en algún momento. De hecho, al principio el título que puse al relato fue «El extraño caso de la disonancia cognitiva», pero creo que lo cambié ya en la segunda parte, cuando me di cuenta de que la disonancia cognitiva era la solución al enigma, la conclusión lógica a la que tenía que llegar la protagonista con el conflicto generado en su mente. —Ya. ¿Y en qué consiste eso de la disonancia cognitiva?
—Pues que obtienes las mismas reacciones absurdas, a veces incluso la misma agresividad, cuando dices algo que desafía las creencias de alguien, ya sea una afirmación como que considerar objetos a los animales no humanos está mal, o una negación como que los virus no son patógenos letales que fulminan a la gente por las calles. Yo ya estaba acostumbrada a que me acusaran de magufa por defender lo que algunos consideran «pseudociencia», ya que desde que acabé la carrera me interesé por la homeopatía y siempre he sabido que funciona, pero fue compartir un vídeo de una viróloga estadounidense que alertaba de la falsa pandemia, a principios de marzo de 2020, y ya hasta me acusaron de decir memeces y tuve contactos que me bloquearon. Esto se convirtió en algo normal a lo largo de toda la plandemia, y bien orgullosa que estoy de ello. Supe la verdad desde el principio, fui valiente de exponer mis ideas en público, incluso en mi blog de veganismo, y poco a poco se ha ido viendo quién tenía razón y quién no. Si la gente prefiere seguir en la ignorancia, poco puedo hacer yo para evitarlo. Pero creo que de nuevo divago… —Sí. Volvamos al plátano sintiente… —Ah, sí. Me los imaginé llorando cada vez que tenían que comer vegetales. Y, como ocurre muchas veces cuando vas a escribir ficción, me hice la pregunta clave: «Vale, ¿y si fuera cierto que las plantas sienten y yo sufriera también de disonancia cognitiva?» Y ahí empezó todo. Cuando llevas callada unas semanas o unos meses, es fácil que te salga todo ahí del tirón. Pensaba escribir un pequeño relato y al final han sido seis partes y un epílogo, bastante densas y llenas de información. Siempre escribo con un objetivo didáctico de fondo. Podía haber escrito mucho más, para refutar todos los pseudoargumentos que surgieron en ese debate, pero decidí centrarme más en la cuestión de si las plantas sienten, que además es más cómica y por eso hay memes para aburrir. Después me pasó algo muy común entre escritores: mis ideas estaban en ebullición, y un día, a las ocho de la mañana, mientras intentaba volver a dormir, tuve que levantarme para anotar cosas que se me iban ocurriendo, como la escena de Epi y Blas, la intervención de Igorsky o el asesinato de los tomates. Hoy mismo se me ha ocurrido lo de los guisantes congelados, mientras me preparaba la crema de verduras de la cena, y lo añadiré donde pueda a alguna de las partes aún no publicadas… Así funciona mi proceso creativo. Siempre digo que es como pintar un cuadro. Empiezas con un bosquejo, le vas dando forma, y al final vas añadiendo los detalles, los matices, que al final le dan mayor profundidad. —Interesante. Ahora, una pregunta algo delicada: ¿cómo se te ocurre juntarlo todo con el tema de la plandemia? ¿No crees que es un poco arriesgado? —Sí, lo es, pero por eso mismo lo hago. Ya lo hice antes, con «El Ángel de la Muerte (Animal)», aún sin acabar, donde mezclo veganismo y reencarnación. No lo puedo evitar, me sale solo, porque son los temas que domino, y entonces se me hace muy divertido hilar todos los conceptos y mezclarlo con el humor. En «El extraño caso del plátano sintiente» es tal cual. Por eso decidí ponerlo dentro de la serie de la Resistencia, porque así transcurre mi vida actual, entre un grupo y otro: entre veganos me lanzan piedras si digo que estoy en contra de las vacunas (y eso aun cuando tengo un posgrado en virología y se supone que algo sé de virus y vacunas) o que he utilizado con éxito terapias alternativas en animales; y entre no veganos me intentan linchar si digo que hay que respetar a los seres sintientes. Supongo que es mi sino, me ha pasado ya en otras vidas… lo de los intentos de linchamiento, digo. —¿Y por qué lo sigues haciendo, poner en peligro tu vida? —Ah, no, ahora es mucho más fácil. Mientras no tenga un millón de seguidores nadie me va a perseguir por decir la Verdad ni me van a banear mis blogs, ahí estoy muy tranquila. Yo en persona soy muy callada y a no ser que esté muy cabreada va a ser difícil que me ponga a discutir contigo. Pero escribir se me da muy bien, como cualquiera puede comprobar en mis obras literarias, y ahí me desato. ¿Por qué lo hago? Supongo que te refieres a defender la justicia y difundir la Verdad… Pues primero, porque hay que ser valiente en la vida. Yo no he puesto en peligro mi vida nunca, haciendo activismo, pero sí he puesto en riesgo mi reputación. No me importa, la justicia es más importante que mi reputación. Y segundo, porque si no lo hiciera, no sería yo. A lo largo de los años me he empezado a cansar de la fragmentación, de ocultar ciertas facetas de mi persona para no escandalizar a los que conocen otras. Pero yo soy como soy, tengo una historia, si pienso de una determinada manera en cierto campo siempre tengo muy buenas razones para ello y seguramente meses o años de investigación a mis espaldas. A alguien le puede parecer que si hablo de veganismo, no puedo hablar de otros temas controvertidos, «porque me restaría credibilidad». Bien, yo pienso que tenemos que difundir la Verdad, sea cual sea. Decir que no debemos explotar a los animales no humanos es tan cierto como afirmar que estamos siendo víctimas de un plan encubierto para aumentar el control sobre nosotros. Eso es así y basta con investigar un poco para darse cuenta de la realidad. Otra cosa es que la información te sea difícil de digerir al principio y te cueste semanas o meses llegar a aceptarla. En teoría, si somos veganos, deberíamos ser capaces de reconocer con más facilidad la disonancia cognitiva y esforzarnos en llegar a la Verdad, pero por lo que he visto en la práctica, esto no es así. Sospecho que la razón es sencilla: muchos autodenominados «veganos» ni siquiera se han molestado en investigar sobre veganismo y conocer la historia del movimiento. Esto, por desgracia, lleva a la confusión hoy reinante y los frecuentes errores que cometemos en el activismo (como hacía yo cuando empecé). Es lo mismo que lleva a la situación que vivimos hoy: que el 95% de las personas aún llevan mascarilla por la calle, no sabemos si por sumisión, cobardía, ignorancia o simple estupidez. El problema de fondo es el desconocimiento y la pereza que supone para el común de los mortales ponerse a investigar y llegar hasta el fondo de las cosas. —¿Tuviste que investigar para «El extraño caso del plátano sintiente»? —Es obvio que sí. Si una quiere ser clara y concisa en lo que expone, y necesita la ayuda de otros que han investigado y reflexionado antes sobre el tema, pues hay que acudir a ellos. Todos los personajes que aparecen en el relato, excepto Sylvie, que es un compendio de contactos que tengo en el Facebook, están inspirados en personas reales, referentes del veganismo o, en su caso, del primado negativo. Yo, a pesar de ser activista, no me considero ningún referente de nada. Y obviamente aún no me he leído ni la mitad de sus obras de referencia. Cada vez que acudo a sus blogs me empapo de sabiduría y luego la integro para poder expulsarlas de nuevo cuando la olla explote. Así soy yo. No solo he consultado con gente más experimentada que yo, también tuve que investigar un poco sobre la cebolla, por ejemplo, para saber por qué lloramos al cortarla, y un poco sobre neurobiología, un tema que tenía algo oxidado por lo que te comenté antes, pero que me llevó a reafirmarme en lo que ya pensaba, como es obvio después de casi seis años de vegana escuchando el mismo argumento absurdo. Siempre estamos mejorando como activistas. —Hay un último punto que nos gustaría tratar. ¿Qué hay de la parte gráfica? ¿Supone mucho trabajo la búsqueda de las fotos que acompañan al texto? —Por supuesto. Para que te hagas una idea, un redactor profesional debería cobrar un mínimo de 30 euros por cada artículo de 300 palabras que incluyan una fotografía libre de derechos (si te interesa que escriba por ti, contáctame). ¿Por qué? Porque lleva mucho trabajo escribir y encontrar la foto idónea para el texto. Por desgracia estamos en un país en el que no se valora el trabajo ni el tiempo de los demás, no importa que estemos hablando de redacción o de veterinaria. En este caso, escribo por placer, y hago activismo por una buena causa, de manera altruista, por eso mi idea es hacer un pdf con el relato de marras y compartirlo libremente. —Ah, yo pensaba que eran las organizaciones animalistas las que hacían ese trabajo altruista, en defensa de todos los animales… —Tú de veganismo, ni papa, ¿no? —No, pero soy antitaurino… —Vale, es mejor que lo dejemos aquí. Lo que quería decir es que aunque lo hagamos de manera altruista, escribir en un blog, hacer carteles, viñetas, o lo que cada uno pueda, lleva mucho trabajo detrás, y, fuera del activismo, debería ser una tarea remunerada. Ya llevo como una semana escribiendo a destajo (lo que supone redactar, revisar, editar, y repetir unas cuantas veces), y el paso final antes de publicar cada parte del relato, es comprobar que las fotos son de calidad y están bien elegidas. No lo hago siempre, pero esta vez incluso he utilizado un editor de imágenes para traducir las inigualables viñetas de Vegan Sidekick, otro referente dentro del veganismo, y los memes de otros activistas. Como ves, aquí cada uno utiliza sus mejores habilidades para transmitir el mismo mensaje. —Tengo curiosidad. ¿Seguiste algún criterio especial al seleccionar las imágenes? —Pues no te lo vas a creer, pero sería más exacto decir que las imágenes me encontraron a mí. Busqué expresamente dos o tres. Por ejemplo, la imagen de la anatomía comparada entre una vaca y un pepino. Esa ya la conocía y es buenísima, así que la busqué a propósito y la traduje. El ent lo busqué a propósito, tenía incluso una fotografía personal muy parecida de un ent durmiente asturiano que podría haberme servido. Pero la mayoría de las imágenes me las fui encontrando por casualidad mientras escribía. Parece que estaba conectada con el universo, me daba una vuelta por Facebook y justo me aparecía la que necesitaba para ilustrar lo que estaba escribiendo. Eso me pasó con el meme de los estudios científicos y con algunas de Vegan Sidekick, también con la imagen del diagrama de Venn. Tenía una carpeta con dos o tres imágenes guardadas de activismo vegano, y durante la creación de este relato, creció exponencialmente. Al final tuve que dejar algunas fuera. —Muchas gracias, Mónica, por tu tiempo. ¿Te gustaría añadir algo más? —Mis agradecimientos desde aquí a ese grupo de disidentes. Dudo que alguno me lea, pero gracias a ellos se ha disparado mi creatividad y casi estoy igualando los niveles de productividad alcanzados durante la primera parte de la cuarentena. Y dado que aprecian tanto a los plátanos sintientes, puede que les envíe una marioneta de Blas a cada uno, para que puedan dormir acurrucados a ella y así calmar sus conciencias, al compensar el daño que hacen matando otras plantas. —¿No se tomarán tu bonito gesto como una burla? —No, la burla es decirme que pueden seguir matando seres inocentes porque las plantas sienten, y quedarse tan tranquilos. Se lo tienen merecido… —Esperamos con impaciencia tu próxima entrega sobre tu proceso creativo. —Gracias. ¿Dónde se emitirá esto? —En el canal Mónica Manzanares Autora. —Gracias. Lo veré. —Por cierto, no es una entrevista real, en el sentido estricto de la palabra. —Lo sé, es una entrevista de mí misma hecha a mí misma, en otro alarde de creatividad. Es que llevo unos días que no puedo parar… —Estás on fire… —Sí, pero es fuego del bueno, el que te aviva el alma. —No es como el del final del relato… —Mejor no hagamos spoilers. —Perfecto. Nos vemos. —Vale. —Nos podríamos tirar así hasta el infinito. —Lo sé. Venga, corta. —Corto.
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