La última fase de escribir un libro es sin duda la más emocionante. Qué ganas de presentar al mundo mi última creación… Supongo que es como estar ya en fase de dilatación de un parto: vas a salir por mis ovarios y además vas a ser lo más guapo que haya parido una mujer en toda la historia. Vaya, creo que esta va a ser mi aportación al Día de la Madre que se celebra hoy 😊. Vale, no nos vengamos arriba, pero realmente pienso que es lo mejor que he escrito en toda mi vida. Como ya comenté en mi última entrada sobre mi proceso creativo, el libro se divide en tres grandes secciones, y cada una corresponde a lo que vive cada personaje en primera persona, siguiendo un tiempo lineal en su mayor parte. Cada una tiene su encanto, porque los tres personajes (todos hombres además) son muy distintos y creo que, si no en el lenguaje que utilizan, sí que he conseguido que se note la diferencia en sus personalidades. La tercera sección es la más intensa emocionalmente, tanto que de vez en cuando tengo que hacer una pausa en la revisión y respirar un poco. Ni que decir tiene que me adentro en dimensiones particularmente oscuras de los humanos y que con esa parte me identifico en especial por vivencias que vengo arrastrando el último siglo… y más. La verdad es que da un poco miedo saber (y eso solo yo lo puedo saber) hasta qué punto soy yo la que está hablando a través del personaje. Por si esto fuera poco, algunas escenas me vinieron en estados superiores de consciencia, podríamos decir. Tal y como las vi en mi mente, las trasladé al papel, con toda su dureza. Y esa fuerza especial siempre se transmite a las letras. Ahora solo estoy añadiendo pequeñas pinceladas para que todo quede perfectamente hilado, con la coherencia imprescindible para que todo fluya y se entienda bien (y algunas pequeñas ideas que siguen surgiendo cuanto más pienso en la historia). En esos momentos que necesito descansar, me paso al trabajo creativo de hacer portadas. Mi primer intento para este tercer volumen de la saga ya me pareció una pasada, pero al final siempre me pongo a buscar y encuentro una imagen que me gusta más, y luego me pongo a juguetear con el GIMP y cada vez encuentro mejores matices, y soy muy perfeccionista… Total, que a día de hoy creo que la portada definitiva va a ser la cuarta o quinta versión que hice, y luego me puse a mejorar las portadas del primer y segundo volumen. Quería cambiar sobre todo la del primer volumen, para que las tres sean más uniformes y parezcan de verdad una saga. Encontré una imagen chulísima que me recordaba al planeta Lithrain, pero como suele pasar en estos casos, era el trabajo de un artista gráfico. Tuve que contactar con él para pedirle permiso para utilizarla y me pidió 150 euros. Me parece un precio bastante justo, pero no puedo gastarme ese dinero tal y como me van las cosas económicamente, lo cual es una pena. Si los escritores no fuéramos los últimos monos a los que todos nos dan por saco tal vez me compensaría, pero sabiendo lo que voy a ganar por libro vendido ya sea de manera independiente, o aún menos con editorial, pues no, no me compensa. Y ya quisiera yo que alguien me pagara 150 euros por cada pieza que escribo, ya sea un artículo convencional o una novela de 400 páginas. Nadie parece darse cuenta de que un libro es realmente una obra de arte que va a la par de una pintura de Velázquez. Como el artista tardó un tiempo en responderme, mientras seguí buscando otras alternativas. La imagen de arriba también está chulísima, pero no he podido contactar con el autor así que no puedo utilizarla. Buscaba una pirámide en un paisaje espacial porque justamente hay una pirámide en La Operación Fantasma que juega un papel esencial en uno de los capítulos. Intenté hacerlo yo combinando varias imágenes, pero no, aparte de que no tengo la paciencia necesaria, no alcanzaría ese nivel artístico así de la noche a la mañana... aunque bueno, cosas sencillitas como la portada de Criogenizados, eso sí que lo puedo hacer y me quedó bastante resultona (vamos, que a veces veo portadas de editoriales mucho más feas). Es una pena porque pienso que tengo cierta vena artística desaprovechada, incluso hubo un tiempo que realmente consideré estudiar diseño gráfico, quién sabe si en una próxima vida podré retomarlo. De hecho, ya cuando escribía en mi adolescencia La Operación Fantasma, me dedicaba a ilustrar yo misma algunos de los pasajes. A los dos personajes principales los tenía como dos monigotes recortables. La imagen de la nave de policía espacial llegué a ponerla en una de las primeras versiones a ordenador del libro, con portada incluida. ¿Que no os lo creéis? Pues aquí la tenéis: Dibujada enteramente por mí, primero a lápiz. Luego perfilada con Rotring del número 2, y luego pintada con lápices de colores, probablemente de marca Alpino. ¿Cuándo? Pues ni idea, pero era una renacuaja, eso lo puedo asegurar. Muchos años después la escaneé con mi primer escáner que venía con mi primer ordenador, un HP Pavilion, en el año 2000. Ahí es nada. No sé, quizá algún día pueda vender el original por mil euros o así 🙃. Creo que también conservo los monigotes y algún que otro dibujo no muy conseguido, estos sin escanear, pero no sé dónde… Si los encuentro, prometo actualizar la entrada. Sinceramente creo que las tres son espectaculares, pero no, no son las definitivas. Siempre me supero a mí misma 😎 😎. Las portadas que hago hoy son mucho más molonas. Tengo mejores herramientas, claro. Pero no sé… no tienen el mismo encanto, ¿no? Nada hay como hacerlo todo a mano. Una de mis mejores amigas aún tiene el primer manuscrito de La Operación Fantasma, encuadernado con una de esas carpetas de plástico con cierre de metal, que supongo que tienen algún nombre técnico de papelería… Sí, cuando digo manuscrito es manuscrito de verdad… con mi minúscula letra en bolígrafo azul. Creo que mi amiga desarrolló astigmatismo por el esfuerzo que hizo para leerlo. Y aún recuerdo cada una de las veces que tuve que empezar la hoja desde el principio porque ya llevaba más de una o dos correcciones con Tipp-Ex (el que me más me gustaba y me duró un montón era el que venía líquido en un bote con ruedecita, no el de brocha que era una guarrería y siempre quedaba todo rugoso, al igual ni era de la marca Tipp-Ex). Que sí, que soy una perfeccionista… Lo sé. La tarea en sí misma era la transcripción a limpio del borrador que solía escribir en papel cuadriculado, con docenas de tachones, flechas y fragmentos añadidos en los márgenes. Borradores que también conservo, por supuesto. No tengo duda de que dentro de un siglo o dos valdrán una fortuna. Lo malo es que dentro de un siglo o dos al igual la humanidad se ha extinguido… que por otra parte, no hay mal que por bien no venga.
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