Parte 1. El hidromiel tenía un sabor fuerte y dulce al mismo tiempo, y su aroma me recordó al de la canela, pero me atraganté y tosí con los ojos llenos de lágrimas. La sonrisa de Galdor era cálida como la luz del sol. —¿No os gusta? —No oséis llevároslo de aquí hasta que me lo acabe todo —dije. La vida en el talan transcurría lenta y tranquila, tanto que era difícil adaptarse para alguien que llevaba tanto tiempo tratando de mantenerse a flote en el fuerte oleaje de una tormenta sin tregua. Por las mañanas la luz dorada del sol se filtraba a través de las hojas de los mallorn, y aun difuminada por los árboles, la energía penetraba por cada uno de los poros de mi cuerpo. El aire era fresco y limpio, y de vez en cuando llegaba alguna ráfaga de viento que me ayudaba a limpiar de cenizas mi habitáculo, como me había enseñado Galdor. —Bien. Veo que el color ha regresado a vuestras mejillas y que el fardo que traíais sobre vuestros hombros ya no os pesa tanto. Pero aunque vivir en un talan rodeada de cánticos élficos y colores otoñales es muy agradable, nadie viene aquí por decisión propia, sino porque algo le ha obligado a ello. ¿Puedo saber el qué? Según Galdor hablaba mi mirada había ido desviándose hacia el borde de la plataforma de madera, y de ahí al abismo que había debajo. Sentí vértigo. —Ni yo misma lo sé... En mi mente retumbó de pronto un trueno, y un relámpago cegó mis ojos. Miedo... como una niña sola en su habitación por la noche y la lluvia golpeando en los cristales. —Estaba perdida... Ya no sabía adónde dirigirme ni qué hacer. Todo ha dejado de tener sentido. Eliges el que crees que es el mejor de los caminos, a pesar de sus vueltas y sus aparentes atajos, y de los caminantes que te engañan, cuando no envenenan directamente a tu montura, y cuando crees que el final está ahí y tu destino está cerca, empiezas a descubrir que el camino se está desmoronando, y que es imposible avanzar un paso más porque los adoquines se resquebrajan, y el lodo te engulle, y sólo has vuelto al principio... y ya no eres la misma que cuando partiste, y te sientes incapaz de comenzar otro camino, sea cual sea. Para vosotros los elfos es fácil, pues vuestra vida sigue y sigue durante innumerables años humanos, pero a nosotros se nos escapa el tiempo. Los segundos se escurren por nuestros dedos, y ya no los podemos recuperar. El semblante de Galdor era ahora serio, y sus ojos algo más oscuros. —No, el tiempo no es el mayor de los problemas. No para los amigos de los elfos, al menos. Eso debéis recordarlo. El hidromiel ha soltado vuestra lengua, pues no esperaba que supierais explicarlo tan bien. La confusión ata a todo aquel que llega a Lothlórien como vos, buscando consejo y consuelo en los sabios. Puedo ver en el fondo de vuestro corazón, y puedo leer en vuestros recuerdos cada uno de los obstáculos que hallasteis en vuestro camino. Pero sólo una de entre nosotros puede llegar hasta lo más recóndito de vuestro espíritu y liberaros de vuestra carga: esa es la Dama Galadriel. Galadriel... Al oír su nombre mi corazón dio un vuelco en mi pecho. En mi mundo sólo era una figura imaginada mediante un libro, una historia, una canción... pues los hombres aún la recuerdan: alguien a quien temer y a quien admirar, alguien que no se puede describir en palabras, sino sólo sentir y nunca olvidar. GALADRIEL (Barclay James Harvest) She comes up with the morning sun And tells me life has just begun Oh what it is to be young And in the early evening light She brings me flowers from the sun Oh what it is to be young And if you see her you will know She's like a shadow Falling softly on the snow And in the early evening light She brings me flowers for the night Oh what it is to be young No tuve tiempo de preguntar; como un espíritu surgido de la nada vi aparecer su resplandeciente silueta por detrás de Galdor, y su blanca sonrisa y sus cabellos de oro irradiaban una indescriptible luz que enseguida me atravesó y me envolvió. Sus ojos miraban muy dentro de mí; a ella nada se le puede ocultar. —Erwen... —susurró al fin, suspirando—. Debes recuperar tus sueños, aunque no sé cómo. El dolor y la decepción atenazan tu corazón... y tu mente —al decirlo apoyó suavemente su dedo índice en el centro de mi frente. Sentí como si un hilo de calor la hubiese atravesado, y ya había algo menos de confusión—. Pero tu verdadero problema está aquí. Y con un fugaz movimiento llevó su mano a mi pecho y sentí un fuerte tirón. En un gesto reflejo protegí mi corazón con las manos al tiempo que descubría cómo Galadriel sujetaba entre sus dedos índice y pulgar un largo fragmento de madera, como una gran astilla que hubiese estado allí clavada desde hace años. —¡No! —exclamé, súbitamente debilitada—. ¡No podéis hacer eso! La sangre fluirá por la herida y la vida se me escapará... Mi cara ya estaba empalideciendo y las piernas me flaqueaban. Apreté mis manos fuertemente contra el pecho para hacer presión, pero el vestido de gasa rosa ya se estaba empapando con el rojo de la sangre. Galadriel se inclinó. —No. No es así. Levántate —me sujetó por los brazos. Su voz seguía siendo tranquila, pero firme—. Erwen, levántate, y verás que tu corazón late más fuerte que antes. Sólo las heridas recientes sangran y te debilitan si no las curas a tiempo. Hay otras que se cierran pero no cicatrizan del todo. No sangran porque el propio puñal que las causó las mantiene taponadas, pero tampoco las deja sanar, y quedan ahí asfixiando al corazón. No lo debilitan tan rápidamente, pero se va haciendo cada vez más pequeño y más pequeño, y su fuerza es cada vez menor, hasta que se colapsa atravesado por miles de pequeños puñales. Esta astilla que he extraído sólo era la más grande, pero tu corazón está lleno de ellas, repleto de dolor, repleto de angustia, y rencor, algunas llevan palabras inscritas, otras miradas de odio, otras llevan reproches... pero todas duelen por igual y todas deben ser eliminadas antes de que tu corazón estalle en mil fragmentos. ¿Entiendes? Galdor me ayudó a ponerme en pie. Al principio la visión de la astilla en las manos de Galadriel me había dejado sin respiración, pero no tardé en darme cuenta de que la Dama decía la verdad. Mi corazón no sangraba. Pero estaba gravemente enfermo. Ahora estaba dentro de él, y sus paredes estaban atravesadas de parte a parte por múltiples astillas de madera, algunas gordas como las ramas de un árbol; otras finas como las espinas de un rosal. Todas ellas muy dolorosas. Y en el punto por donde penetraban, ya se estaban formando grietas. —Toma —dijo Galadriel, con su voz profunda y eterna—. Aquí tienes este martillo de madera para que las saques una a una. Puedes tomártelo con calma o dejar que la furia que llevas dentro se transmita al martillo para enviar esas astillas lo más lejos posible. No dejes ni una. Para algunas requerirás de más paciencia: las más finas y más incrustadas, parecen inofensivas pero hacen igual o más daño. Necesitarás un instrumento más delicado para extraerlas. Pero debes acabar con todas. No dejes ni una. Galdor y Galadriel se retiraron, dejando conmigo varios pertrechos que me serían útiles: unas pinzas, una gran maza de madera que pesaba casi como un hacha, y una cota de cuero para protegerme a mí misma de los posibles fragmentos que saltaran. Ya vestida para la faena comencé a descargar golpes contra los trozos que asomaban, hasta que conseguí sacarlos de mi corazón y enviarlos volando al otro lado de la galaxia. En algunos veía claramente un rostro o una circunstancia vivida, o lágrimas reprimidas; otros llevaban tanto tiempo allí que no recordaba cuándo ni por qué habían llegado. No pude con todos de una sola vez. Cuando consideré que mi corazón ya se encontraba algo mejor, decidí abandonar por el momento y volver a la paz del talan. Necesitaba un baño relajante. El ejercicio me había dejado exhausta. Llamé a las doncellas élficas y me acompañaron a los manantiales sagrados. El agua refrescó mi cabeza y mis hombros, y la sal que me habían ofrecido en un cuenco de plata se llevó todas las energías indeseables y oscuras. Más lágrimas fueron derramadas. Y cuando cayó la noche me recosté sobre el mullido manto de hierba que cubría toda aquella mágica tierra y miré las estrellas altas en el cielo, en el claro del espejo. Parecía que la esperanza regresaba de nuevo a mi maltrecha alma. (Fin parte II). Comentario: al publicar este relato he añadido la banda sonora, siempre presente en mi cabeza aunque no siempre la cite. En este caso son dos canciones: «Galadriel», por supuesto, que me acompaña casi desde que tengo uso de razón, y la que pongo a continuación, ya que siempre me he identificado con el «corazón astillado» (más bien que desprende astillas) de Marillion. Un corazón que no sabe dónde descargar su amor acaba oscureciéndose, fragmentándose y muriendo, lleno de dolor. SPLINTERING HEART (Marillion)
There's a hot hard hurt Burning under her skin And it pricks her like thorns And it's needles and pins And it twists in her body And I know what it is And I'm paying in pain But it's the cost of the high 'Till the weight of the secret And the weight of the lie Makes my heart want to burst Feel the ache as time goes by Getting better and worse Getting better and worse And there's a screw that I tighten As I dream of the kiss And it twists and it cuts me And you know what it is? It's a fragment of love From a splintering heart And it tears her apart But not as much as this So you save up your tears For the moments alone 'Till the splinters you gather Leave you glass-hard and numb And the same sun is shining On the old and the young On the saints and the sinners On the weak and the strong And there's a burning and freezing And a cross for a kiss So she learns to stop dreaming And you know how it is With these fragments of love And this splintering heart With the fragments And this splintering heart
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