Parte 4. Llegó la noche y volví a mi refugio en las cloacas. Sylvie había disipado en parte mi propia disonancia cognitiva, pero mientras jugaba al Tetris en el ordenador estuve vigilando con un ojo las judías que había puesto a remojo, no fuera que supieran lo que estaba haciendo y se me escaparan en horas nocturnas, trepando por los bordes del bol, como harían los juguetes de Toy Story. «Pero vamos a ver, piensa un poco, que eres veterinaria, cojones. Tuviste que repetir la asignatura de biología como tres veces pero al final te pusieron un sobresaliente, algo habrás aprendido después de diseccionar calamares y caracoles.» Ah, sí, ahora recuerdo… «Es cierto que de plantas no te hablaron mucho, de ahí la importancia de los cursos de posgrado. Y además ya te preocupaste de buscar formación sobre la sintiencia de los vegetales, en cuanto te hiciste vegetariana y empezaron a soltarte eso de que las lechugas sufren. Mira, mira lo que escribiste hace ya casi diez años...»: «Es verdad, las lechugas sufren. Como persona sensible que soy, me he interesado por este tema y he encontrado estudios científicos muy interesantes que podrían demostrar que algo sí que hay. Pero como profunda conocedora del sistema nervioso animal, puedo afirmar que en un matadero el nivel de sufrimiento es mucho mayor que en el de un huerto en época de recolección o en la olla cuando voy a hervir una coliflor. Y nadie puede tener el descaro de decirme que deje de comer lechugas también cuando él ni siquiera está dispuesto a plantearse que entre todos podemos hacer que haya menos sufrimiento animal. Espero llegar algún día a poder vivir sin comer, pero por desgracia ese día aún está muy lejos, y si he de elegir, prefiero comer una lechuga. Al menos nadie va a ser criado, cebado y sacrificado por ello.» Ni siquiera era vegana en ese entonces y se nota que no iba sobrada en cuanto a conocimientos de veganismo, pero ya me daba cuenta de que nadie puede presentarte ese argumento para justificar la explotación y muerte de los animales no humanos. Sin embargo… no sé, sigo pensando que tal vez los no veganos tengan una inteligencia y sensibilidad fuera de lo común, por eso están tan preocupados por los sentimientos de las plantas. Supongo que comprenden bien qué es el cerebro, órgano principal del sistema nervioso central, exclusivo de los animales, por tanto... si ellos piensan que cuando te vas a comer una lechuga, la pobre empieza a temblar, y no tiene ojos, entonces ha de tener algún tipo de percepción extrasensorial… y como en este punto ya se hace todo muy misterioso y traspasa los límites de la ciencia, creo que lo mejor es que consulte con otro experto, a ver qué piensa él. —Hola, Igorsky. Siento estas horas tan intempestivas, no es habitual que a las tres de la mañana esté llamando a gente para preguntarle si las plantas sienten. —¡La hostia! ¿Tú también? ¿Pero no eres vegana? —Sí, pero llevo tanto tiempo oyéndolo que me ha entrado una duda irrazonable… y esta mañana me sorprendí a mí misma apaleando con una cuchara de madera la bolsa de guisantes congelados, con saña y alevosía, para que no caigan en bloque en la olla. ¿En qué me he convertido? —En nada, porque si estaban congelados, ya estaban muertos. —¿Estás seguro? —¿No eres tú la que escribió Criogenizados? (Buen libro, por cierto). A no ser que fueran sometidos a un proceso especial de criogenización, te digo yo que esos guisantes estaban muertos… —¿La ultracongelación no tendría el mismo efecto? —Nop. Y no sé qué te ha pasado, pareces realmente traumatizada… —Vale, te reconozco que todo empezó haciendo activismo, ya sabes lo peligroso que es eso… y me acusaron de no querer hacer mis deberes e ignorar los estudios científicos que afirman que los árboles tienen consciencia porque se comunican entre ellos. —Sí, claro, ¿cuántas veces se ha leído esta gente El Señor de los Anillos? ¿Creen en la existencia de ents? —¡Eso mismo pensé yo! Llevo buscando ents desde mi adolescencia, pero aún no he encontrado ninguno… —Hay gente que no sabe diferenciar ficción de no ficción… —Ya te digo. Yo busco ents porque me gusta fantasear y no perder mi espíritu de niña, pero no se me ocurriría afirmar que los plátanos sienten para así poder seguir utilizando a los animales no humanos en mi beneficio. —Claro. Mira, esos estudios sobre neurobiología vegetal son pura bazofia, como he demostrado en mi blog en varios artículos. A esos científicos que afirman que las plantas sienten o tienen algún tipo de consciencia les mola hacer analogismos entre las estructuras animales y las estructuras vegetales, como si tuvieran algún parecido, cuando no lo tienen. Un grupo de otros 36 científicos, expertos en fisiología vegetal, firmaron una declaración en la que expresaban su disconformidad con el uso que se estaba haciendo del término «neurobiología vegetal». Nos meteríamos en conceptos muy técnicos, pero resumiendo mucho, las plantas no tienen nada parecido a neuronas, ni la auxina, molécula de comunicación vegetal que comparan con un neurotransmisor, funciona en lo más mínimo como los neurotransmisores de las células animales. —¿Y qué me dices de todos esos libros tan famosos como el de un tal Stefano Mancuso, que habla de la inteligencia de las plantas? —Pues te diría esto exactamente: «Stefano Mancuso afirma cosas tales como que las plantas sienten, piensan, duermen y hasta tienen neuronas. Pero una entrevista clásica a Mancuso se podría resumir de la siguiente manera: —Vaya, pues me has aclarado muchas cosas. —Cuando indagas en esas investigaciones ves que ni siquiera ponen en entredicho la falta de sintiencia de las plantas, usando el concepto real del término. Lo que debaten es el lenguaje metafórico que emplean algunos de ellos. Unos dicen que el uso de ese lenguaje estimula la investigación, mientras que otros piensan que solo genera confusión. —Exacto. Yo siempre tengo que explicar que la sensorialidad no es lo mismo que la sintiencia (o sensibilidad). La sensorialidad es la capacidad de un organismo de recibir información del exterior y reaccionar a estímulos externos. Una planta percibe, pero no siente. Cualquier persona con un mínimo de inteligencia (o con un mínimo de cerebro funcional) sabe que la sensorialidad es una cosa y tener sistema nervioso central y emociones es algo bien distinto. Una planta carnívora devora moscas porque reacciona mecánicamente a un estímulo táctil del insecto. Eso no significa que la planta sea consciente de lo que está haciendo, ni que sienta ningún tipo de dolor, físico o emocional. Sospecho que por alguna razón hay personas a las que les encanta compararse con vegetales sin cerebro… ¿quizá así se libran de tener que hacer cansados juicios morales y pueden seguir explotando animales como hace una planta carnívora? —Seguramente. Por algo todos esos argumentos sin sentido suelen venir de personas especistas que no están dispuestas a cambiar sus hábitos. Me imagino que esos amigos tuyos no son muy diferentes al monigote que se ilustra en esta otra viñeta: —Pues… la verdad es que se parecen mucho. Ahora me siento culpable de haber recomendado el libro de Cleve Backster Primary perception en mi antiguo blog. —Ah, no, hiciste bien, la gente tiene que acostumbrarse a investigar por sí misma y a interpretar bien la información que se le presenta. Eso que escribiste del sufrimiento no es lo mejor, pero por ahí empezamos todos, creyéndonos el discurso de las asociaciones bienestaristas y sus esclavos felices. Según ellos, si no hay sufrimiento, está bien que explotes y mates a todo individuo que desees. No, en la posición abolicionista (la única válida dentro del veganismo), debemos poner el foco en el uso o explotación de esos individuos. No son esclavos, punto. Valoran sus vidas tanto como nosotros, por tanto lo único que tenemos que hacer, si queremos respetarlos, es dejarlos en paz. De todas formas, no podemos comportarnos como en Fahrenheit 451 y ponernos a quemar libros que no nos gustan, como lo que escribiste en tus tiempos de vegetariana explotadora de animales no humanos o todos los de Peter Singer, sino leerlos con sentido crítico como acabamos de hacer. Ahora, viene bien recordar lo que se dice en uno de los enlaces que te he pasado: «Si algo suena a truño, es un truño hasta que no se demuestre lo contrario. Lo diga quien lo diga.» Y no, las plantas no sienten, amiga. —Gracias por tu tiempo, Igorsky. No te robo más. Creo que podré dormir bien el resto de la noche. —¡Agur! Me llevé a la cama un puñado de artículos con los que empaparme de sabiduría vegana, como este y este otro, todos para disipar mis últimas dudas sobre la terrible cuestión que me mantuvo en vilo durante varios días. Ahí encontré la respuesta a la pregunta más importante que me había hecho antes de contactar con Igorsky: el plátano no huye porque no tiene sintiencia. Sus hermanos no sienten miedo cuando vas a coger uno del racimo y comértelo, como sí les pasa a los conejos. Según afirman algunos biólogos, la sintiencia se desarrolló en los animales por cuestiones adaptativas, para poder escapar de un peligro. No tiene ningún sentido que un árbol desarrolle sintiencia si no va a poder escapar de un incendio y salvar así su vida… En todo caso, podría ser un ent dormido desde hace miles de años, pero de momento los ents solo existen en la mente de Tolkien y sus lectores más fanáticos, parece.
Aaaaah, qué placer disfrutar de la lectura mientras saboreo mis avellanas y mis higos secos, sin una pizca de remordimiento… Game over, queridos no veganos, la disonancia cognitiva os la dejo para vosotros. Parte 6.
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