Capítulo 6. Tot leía en su despacho con los pies cruzados cómodamente sobre la mesa, repanchingado en su silla de escritorio. Por fin lo podía hacer otra vez, ahora que todos sus subordinados estaban ocupados en otras tareas y él no tenía por qué mantener la compostura. Diablos, qué bien se estaba solo en la oficina. No había que repartir las porciones de pizza y él decidía si llevaría piña o no. Suspiró de puro placer. Así sí que era agradable venir a trabajar… Una visión que acababa de materializarse en una de las sillas de visitante le hizo dar un respingo y el libro que estaba leyendo saltó por los aires. ¿Por qué los malditos Guías Espirituales nunca pedían permiso para entrar? —Sé que ese tratado que ahonda en la eugenesia y cómo esta influyó en la ideología del Tercer Reich está muy interesante, pero deberías estar estudiando sobre el origen del veganismo y cómo llevarlo a la práctica en la primera mitad del siglo XXI. Menudo tostón era Han… guapo sí que era el condenado, con esa melena rubia que ni Sebastian Bach el de Skid Row, pero siempre estaba diciéndote lo que tenías que hacer y lo que no. Además de que debía de ser un vanidoso del copón, pudiendo elegir otra apariencia y siempre iba así, como una estrella del rock recién salida de la peluquería. No sabía cómo Leuche podía soportarlo ni sentir tal desmedida admiración por alguien que debía de ser muy espiritual para estar en ese puesto pero en conjunto era más bien un tipo mediocre. Tot no se dejó amedrentar por su presencia. Miró su reloj atómico de precisión con aire casual y dirigió una seductora mirada a Han. —A ver, a estas horas yo creo que Leuche no habrá ni expulsado el meconio aún, seguro que ni tan siquiera tiene activado su reflejo de succión. Yo creo que podemos esperar con seguridad al menos dos o tres meses. Han contempló a Tot desde la distancia, como si estuviera retándolo en silencio. Ahora sí que daba miedo… un poco. —Tot, ¿conoces con exactitud en qué franja espacio-temporal ha reencarnado Leuche y has calculado a cuántos meses celestiales corresponde un año terrenal? El guía le había hecho vacilar un instante, pero claro que lo sabía. Él solo (sin ninguna otra compañía) había descifrado el misterio del tiempo después de pensar bastante en cada uno de sus periodos entre vidas, por eso podía fardar ahora de llevar un reloj atómico con una exactitud nunca vista en este universo y algún otro. —¡Por supuesto! ¡A uno! —¡Te equivocas! ¡A 0’033! —¿0’033? —Exacto —dijo Han son una sonrisa de satisfacción y un brillo de orgullo en sus pupilas. Había pillado a Tot, que siempre se creía tan listo. Pero Tot aún parecía pensativo, como si estuviera haciendo unos cálculos en su cabeza. —Espera, que cojo la calculadora. Han resopló impaciente y sacudió la cabeza, haciendo que su melena rubia se moviera de esa manera tan atractiva. El Ángel de la Muerte tecleaba en su calculadora científica, al tiempo que dibujaba en el aire una regla de tres al revés. —Hmm… eso significa que por cada año de vida de Leuche en la Tierra, aquí habrá pasado un… ¡un día! —Bueno, algo menos, dependiendo de los decimales que apliques. —Pero eso sería un error de cálculo, aquí nos regimos por la física cuántica y tenemos que utilizar todos los decimales, que por algo somos eternos. —Mi paciencia contigo sí que es eterna… —Lo que sea… En ese caso, según hablamos, Leuche ya ha cumplido… ¡ah, bueno, seis años! Tampoco es tanto. —Si hubieras hecho algo el fin de semana al menos ya podrías haber conseguido que rechazara instintivamente todos los productos de origen animal, como ya están haciendo muchos bebés en esta época… Tot echó una mirada incrédula a Han. «Sí, claro, como si fuéramos a transformar a la Tierra en dos días en un mundo vegano donde nadie tiene que morir innecesariamente por los humanos, habráse visto tal barbaridad». Pero su pensamiento crítico se vio eclipsado por la irritación que había sentido cuando Han mencionó el fin de semana. Su tiempo libre era intocable, independientemente de en qué esfera existencial se encontrase. —No me toques las narices, Han. No se me informó de que esto fuera una misión urgente, ya sabes que a mí me gusta la puntualidad más que a nadie. —Bien, pues en ese caso, toma: unos cuantos libros que te he traído de la biblioteca celestial para que comiences tu formación en veganismo. Date prisa si de verdad quieres ayudar a Leuche en su misión —y según se desmaterializaba unas cuantas decenas de tomos enciclopédicos cayeron uno detrás de otro golpeando la mesa con estruendo, formando una columna tan recta que parecía irreal, casi como si no existiera gravedad. Cuando acabaron de caer todos los libros, Tot contempló la columna sin un ápice de entusiasmo, pero así sin pretenderlo sus ojos pasaron por algunos de los títulos. The Vegan Society, Derechos Animales Ya, Abolición de la esclavitud animal, Una loca veterinaria expulsada de su gremio por ser vegana, All beings, Lluvia con truenos, Lluvia sin truenos, Eternal Treblinka… «Hmm, uno al menos que suena interesante, si es verdad que va de nazis y campos de exterminio eternos». Siempre había sido un empollón, pero joder, ese montón de bazofia tenía pinta de ser lo más aburrido de la galaxia. Y se lo tenía que leer antes de que Leuche alcanzara la adolescencia, si era posible… Está bien, lo haría, pero solo porque se trataba de él. Para que luego dudaran de la tierna amistad que los unía… Pero antes se acabaría de leer el manual que realmente se estaba leyendo cuando Han le interrumpió: Aprende a ser un Guía Espiritual de lo más tocapelotas. No pudo evitar sonreír con cierto sadismo ante el título tan, tan atractivo. En eso estaba cuando sonó el teléfono rojo. Su corazón habría dado un vuelco, si hubiera sido físico. Que sonara el teléfono rojo era sumamente extraño. Eso solo sucedía en situaciones urgentes de verdad. Tot lo descolgó un poco aterrorizado, pero se esforzó por que no se notara en su voz. —¿Diga? —Un aviso. Ha ingresado el que va a ser la primera víctima por coronavirus en China. No sabes la que se te avecina, el Departamento de Ángeles de la Muerte ya está en alerta roja y quizá se necesiten refuerzos. Tot reprimió un sollozo. Ahora pluriempleado y Leuche en esa estúpida encarnación para salvar animalitos. No se lo reconocería jamás a nadie, pero cuánto empezaba a echarlo de menos… ahora de verdad. (Continuará...) Capítulo 8.
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